Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

31 agosto 2006

Crítica. El manuscrito encontrado en Zaragoza. Wojciech. J. Has.


Pretender saber el suelo que pisamos puede hacer que no queramos pasar por él. La vida bien puede ser un juego de espejos. La realidad bien puede ser lo que nosotros mismos vemos en ella y nosotros, en nuestro interior, no ser otra cosa que la realidad misma.
Si me siento a pensar sobre ese espejo, a mirarme en él sin tratar de entender, es decir, sin tratar de establecer un modo de ser para él, sin pretender descubrir cual es el suelo que piso, me encontraré quizá escribiendo sobre el infinito.

"Una historia surge de otra historia"... que a su vez genera otra... y así tantas historias como vidas y sujetos... como un infinito juego de espejos. ¿Dónde empezó la primera? ¿cuándo? En el momento alguien se vió en un espejo, en una conciencia incapaz de mirarse de forma cerrada y completa, en una conciencia siempre móvil, capaz de mirarse y reconocerse y a la vez saberse diferente y cambiante a cada vez.

"La constacia es una virtud... pero también lo es la inconstancia"... dice alguien en otra película. ¿Acaso se seremos constantemente inconstantes?

29 agosto 2006

Relato del encontrado.

La penumbra se queda quieta solo en apariencia por un lapso de tiempo imperceptible que avanza siempre hacia la oscuridad total, y no obstante así parece un frio abrazo que te atrapa por todas partes, una caricia insospechadamente templada que llega a todo menos a tus ojos. Y los sonidos humanos que se esparcen allá afuera, como historias irreconocibles de figuras apenas dibujadas. Otros más cercanos que entran y salen incontroladamente y cuyas vidas parecen hacerse por completo en la piedra de los días, como una lucidez de la menor necesidad, del cada vez más pobre alimento del espíritu. Esos tabiques de persona, a fuerza de tiempo y de una cierta calma, surgidos de la pesadilla que nos persigue en la sed de decir el mundo por la misma obligación de decirlo. Esa quietud insultante de los muebles, esa luz detenida en las telerañas del tiempo, en el olvido de la luz que entra, esa cueva de angostos cielos asfixiados que dicen consumirse en su cartón de rutina...

Y los veo entrar por mi retina, como mudas sombras de mi misma sombra, como seres parcelados en el lado de los lados, siendo yo alguien que cree distinguir las riveras.
Flotan los sonidos como lejanas esperanzas de acción, más sallá de un pensamiento que se agita. Dicen ser los sonidos de los aperos y los pasos, de los espacios que hemos de recorrer en nuestra ficción y de todos aquellos que hemos de y podemos transformar. Se trata simplemente de una cuestión de tamaño, como ocurre con las muñecas rusas, de mundos contenidos dentro de mundos y contenidos a su vez en otros. Mis pasos avanzan por espacios distintos a los que pisan, siempre imbuidos por el descubrimiento de un más allá de ellos mismos, como si se inventaran al tiempo que se dan. No me reconozco en nada, espacios robados de mí, y mis huellas se borran tan pronto que parecerían no haber sido nunca dadas.

Sobre la mesa, de pronto, me da por inventar un nuevo espacio, un nuevo ojo y al punto las cosas no son lo que parecían ser. Casi todo el tiempo tengo la impresión de caminar por un espacio seguro y conocido, aunque completamente ajeno. Quiera o no quiera, también yo me he habituado a una cierta forma del espacio. Sin embargo, las paredes siguen queriendo absorverme con la intención de convertirme en su silencio. Es ahí donde la luz y los sonidos de todo lo posible, esos que provienen de los mundos dentro de mundos, me aplasta, y me deja como si fuera una imagen plana, incapaz de tener tacto y de ser otra cosa que idea, tan plana que empiezo a asemejarme a las mismas paredes que me gritan en silencio. En ese instante soy a la vez todos los mundos proyectados en la pared blanca, con todo el poder de la luz que tiende a la tiniebla, en el abrazo frio de la penumbra y al mismo tiempo toda la incapacidad de esa luz, toda esa caricia que no sabe nunca si llega o no a las cosas. Y ya no sé ver a los seres de pared, sin luz y con toda su piedra, con sus días almacenados uno tras otro, indistingibles y sin pensanmiento. Leo y de pronto estoy en las calles de un sucio pueblucho en donde reina la humedad y la niebla y donde todo tiene tintes de negro y las palabras se suman creando mundos impensados y brotados de la una aparente nada. Entonces me pregunto, ¿dónde estoy... quién soy?... ¿acaso soy yo las mismas palabras o quizá tan sólo el papel? ¿Acaso soy la luz de los muebles o quizá uno de esos seres de pared? ¿Soy el lector inmerso en las palabras que se suman como hojas que caen en el otoño? ¿Acaso seré el que escribe...? y si es así... ¿désde donde escribo?... ¿para qué? ¿no será que soy tan sólo una palabra, o una coma, o un simple espacio? ¿unos cuantos fotonoes de luz? ¿no seré tan solo el pensamiento fugaz de uno de ese personajes que se leen, que viven leidos?

Confieso estar perdido... Oigo mi voz en el vacio y aún así no puedo distinguir que clase de realidad soy, que parte del puzle me pertenece, cual es el sentido y el órden de todo este caos y de toda esta confusión. Es por ello que lo único que me queda es continuar relatanto, no sé si mi historia o la historia de otros, no sé si una historia o simplemente una sensación dentro de ésta. Pero sigo en ello, pues sólo tengo esa forma para escuchar mi voz, que ni siquiera puedo asegurar que sea mía ya que brota muchas veces inopinadamente y son previo aviso. Sea como sea la escucho y así puedo encontrarme.

Crítica I. Sanatorium Pod Klepsydra. Wojciech J. Has.


Estas serán mis primeras palabras sobre esta película, o mejor dicho, suscitadas por ella, ya que de momento, poco o nada puedo decir de ella misma. Y digo primeras porque quisiera indagar más para poder volver a escribir (esta vez sí) sobre la película.

Podría decir que no he entendido nada... y a la vez que lo entiendo todo.

Pensé viéndola, absorvido en sus imágenes y sus barrocos espacios, que sería fantástico, como un vuelo constante, el poder tratar nuestra vida del mismo modo en que el personaje principal se desenvuelve en ella en la película. La impresión que se tiene es que se está dentro de un sueño, toda la película, de principio a fin, una especie de sueño infantil, o mejor dicho, donde la infancia parece condicionar la mirada de todo. Es una aventura donde tú puedes y mandas en todo (si lo decides), donde estás llevado en la corriente de la acción, en la corriente de tus sentidos, de tu olfato, un lugar donde si te lo propones todo puede dar los giros que quieras, donde viajas metido debajo de la cama, como cuando éras niño, donde la vecina es una infanta cuyo padre vive en un barco en su propia casa y donde juegas con tu amigo a viajar por todos los países coleccionando sellos. Todo se crea, todo se inventa y a la vez todo está. Cuanto más lo pienso más creo que es un canto a la memoria de la infancia, con toda su oscuridad, toda su magia y todo su caos.

Leeré el relato de Bruno Schulz y la volveré a ver de nuevo. Sabré quizá el porque de Joseph, el entorno judio, los relatos, los maniquíes, el colonialismo... toda esa realidad vista por los ojos de un niño, el niño de Bruno Schulz, aventuro, y el niño visionario de Wojciech J. Has y su equipo de escenografía.

28 agosto 2006

Crítica. El hombre del cráneo rasurado. Andre delvaux.


Tarkovsky, Bergman, Buñuel, Raúl Ruiz, Fassbinder, Sokurov... directores que han instroducido casi siempre en sus películas sueños, y cuya presencia como tales es fundamental y hasta definitoria de un estilo o de una intención. Se puede pensar, y muchos lo han dicho, que los sueños son una de las mejores y mas interesantes formas para llevar a las imágenes en movimiento. A propósito de su última película frustrada, La promesa de Shangai, Víctor Erice decía que se proponía con ella, "crear la escenografía de un sueño" (nos quedaremos con las ganas de saber, de momento, como ve los sueños Víctor Erice) y añadía también que en el cine, los sueños son más reales que lo que en la pantalla aparece como real. Es por ahí por donde la película de Delvaux y de otros directores se vuelve reveladora. De todas formas, muchos de los directores nombrados y otros tantos muestran una tendencia a crear sus películas de una manera que, aunque convencionalmente no podamos decir que estamos en un sueño, lo cierto es que toda la película en su conjunto nos resulta extraña, no sólo "no realista" sino con un aire raro y desconocido, inclasificable e indefinitorio. Y esto nos pone sobre la pista de algo evidente en una película y por eso mismo poco atendido en general. Se trata del tratamiento y de la impresión que se pretende crear en el espectador. ¿Cómo se crea la apariencia de realidad? ¿Qué reconocemos en la pantalla como real... a qué estamos acostumbrados cuando nos parece ver un ambiente realista en una película? Gracias a este tipo de distinciones, el autor se puede mover en el film por diferentes registros o formas de reconocimiento del especador de lo que se muestra. También estamos habituados a reconocer cuando estamos en un sueño o no dentro de una película, hay unos signos convencionales y conocidos que nos advierten de ello, incluso aunque no haya una transición clara entre un momento y otro.
El tema del reconocimiento y de los sueños es un tema fascinante porque pone de relieve toda la puesta en escena y por así decir, las formas capaces de crear sentidos y ambientes diferentes en el cine. En todo esto, la historia del cine tiene mucho que ver, ya que es en ella donde hemos aprendido a asimilar ciertas formas y sus reconocimientos. Se puede pensar que el propio medio cinematográfico tiene en sí mismo unas características que nos llevan a percibir un modo de ver la reaildad, en oposición a otros medios artísticos, cuya visión y forma de ésta es dintinta a la de estos.
Andre Delvaux se mueve, como otros grandes maestros, dentro de la dinámica de hacer de toda la película un sueño, aunque dentro de ella se puedan reconocer partes que podríamos decir pertenecen a los sueños de alguno de los personajes. Y esto es así como ocurre también con otros directores porque, para ellos, seguramente no existe una diferencia fundamental entre sueño y realidad dentro del mundo simbólico de las imágenes en movimiento. Y aunque el cine pueda ser también un modo de registro de la realidad, un testimonio de un tiempo determinado, su forma, su tratamiento, evidencia una interpretación, como la subjetividad de cada uno de nosotros. Y en la oscuridad de una sala, como decía Víctor, los sueños son más reales que la realidad.

23 agosto 2006

Condición del soñador

Siempre me queda la duda,

al igual que en el olvido,

de si todo ha sido un sueño

o realmente ha sucedido.

15 agosto 2006

Cuento. El ser atrapado en el presente.

Ultimamente, lo único que lograba hacerle feliz, sentirse por un momento vivo de nuevo, era detenerse en cualquier parte de repente, cerrar los ojos y tratar de distinguir todos los sonidos que escuchaba a su alrededor... así hasta escuchar el sonido de su risa, esa que le venía de la felicidad que poco a poco iba creciendo en él con la escucha atenta. Quizá era eso lo que buscaba en el fondo.

Por lo demás todo parecía acusarse más y más conforme pasaban los días. Experimentaba a la vez un sentimiento angustioso de pérdida y de confusión y al mismo tiempo sentía que su capacidad de penetración hacia las cosas iba en vertiginoso aumento. Un día sintió de repente que tan sólo con el pensamiento podía cambiar el curso de las cosas, alterar la realidad que le rodeaba sin intervenir físicamente en ella, sólo con su mirada y su mente. Ahora bien, la contrapartida de todo aquello (al menos eso creía él en su diagnóstico) estaba resultando pavorosa, pero de momento nada podía hacer más que dejar que se desarrollara del todo hasta que ocurriera algo definitivamente. Durante un tiempo pensó incluso en visitar a un psicólogo o a un psiquiatra y comentarle sólo algunas cosas por ver que le decía, más por curiosidad que por creer que pudieran ayudarle (si es que había algo en lo que ayudar realmente) No lo hizo sencillamente porque se lo olvidó pasado aquel momento y esto evidenció aún más su inutilidad.

Otra de las cosas que estaban acusándosele era su cada vez más insistente necesidad en contemplar pinturas, sobre todo del S. XVII... Vermeer, Van Eyck, El Bosco, Rembrandt... era una obsesión ineludible. Podía pasar horas y horas absorto en un lienzo, casi completamente inmóvil, como en estado de trance... llevado por no se qué corriente que lo sumergía profundamente en la superficie rugosa y corpórea del cuadro. Algunos que estaban cerca y lo veían pensaban al verle a veces que estaba viajando por el cuadro (pensamiento rápido y fugaz que se daba al mismo tiempo que ese otro de "¿qué le ocurrirá a es chico?") Pero era la impresión más acertada y cercana a lo que le estaba sucediendo. En verdad viajaba por el cuadro, extraía sin darse cuenta de cada gesto, color y pincelada el estado de ánimo y la variación del pintor, la situación psicológica y espiritual del momento, la explicación de la necesidad de cada mancha extendida sobre la superficie. Aunque muy poco entendía de pintura y del momento histórico al que pertenecía el cuadro.

Cuando estaba en movimiento su natural ensimismamiento aumentaba. Ideó algo para distraerse un poco y no quedar tan absorto. Se puso en el cuello un collar con una pequeña campanita y el tintineo constante al moverse hacía (no sabía bien porque) que pudiera estar más atento hacia el exterior. Esta medida la tomó cuando en una misma semana se hubo dejado la compra en mitad de la calle por tres veces, sin darse cuenta (la inercia hizo que dejara el peso) además de resultarle difícil en general esquivar a todos los transeúntes que se cruzaba por la calle. Cuando le ocurrían varios de estos altercados que lo devolvían momentáneamente al mundo enseguida procuraba encontrar un banco lo antes posible para descansar y poder fijar su atención en algo. Entonces... entonces empezaban a ocurrir los milagros. Era... como si todo estuviera imantado con su mente, como si él dibujara y al poco el dibujo surgiera frente a sus ojos, como si el viento trabajera aquello que el veía. Se sentaba, la gente pasaba, la acera se quedaba allí por fin, los zapatos algunos frenaban su marcha y lo miraban un momento (eso le hacía reír). De repente los rostros empezaban a congelarse y podía claramente ver a gente que todavía no había pasado por allí y que lo haría casi en ese momento. Invocaba a un paloma (sin darse cuenta) y ésta aparecía enseguida a un lado y ponía a picotear el suelo, conforme él ya había visto. Lo más intenso eran las miradas. Cuando encontraba alguna en su camino sabía que iba a hablar con esa persona, no había duda, siempre era así, y sabía incluso que le diría aquella y que gesto tendría su cara. En esos momentos era capaz de hablar y reír al mismo tiempo, todo él era una especie de luz que brillaba como en un sol en mitad de la calle. Lo único que lamentaba siempre era no recordar a esos rostros ni absolutamente nada de lo que le decían, como si nunca hubiera hablado con ellos o jamás los hubiera visto. Eso era lo que le ponía realmente triste y lo sumía en angustia. Sus conversaciones no pasaban de meros saludos, aproximaciones y a lo sumo insinuaciones de una confianza mayor que estaba por ganarse en días sucesivos. Pero nada de esto era posible, pues sus conversaciones, como su mirada era siempre y por primera vez virgen, siempre presente, siempre instante. Ese era el precio de la intensidad y de la premonición.

Él no había olvidado por completo quien era y de donde venía, pero sus lazos con el pasado eran cada vez más endebles y su situación hacía que lo poco que todavía mantenía fuera perdiéndose en su cada vez más extenso olvido.

De todos los tormentos a los que le abocaba su memoria sólo escapaba en el acto de la contemplación, en su querido placer de la escucha y de la distinción de los sonidos o en la inmersión en un lienzo.

Una noche soñó que estaba en un espacio completamente vacío en donde no podía percibir distancia alguna ya que no había forma de distinguir límites o cambios de ningún tipo. La sensación era como la estar en mitad de la nada o del espacio, mirando hacia algún lugar sin luz y sin estrellas.

El sueño le impresionó tanto y le produjo tal miedo que en seguida tuvo una idea surgida de la necesidad desesperada de estar en algún sitio.

Fue a buscar a un amigo suyo al que hacía mucho tiempo que no veía y que era pintor. Lo encontró en su estudio, trabajando y éste se sorprendió tanto al verle que el pincel se le cayó sin darse cuenta. Enseguida le contó el sueño y le explicó que venía a pedirle algo que le era fundamental y necesario "¡como el aire!" Su amigo no entendía nada todavía pese a que se esforzaba enormemente por tratar de comprender a aquel extraño ser que le hablaba como si él lo comprendiera todo. "¡Tú eres pintor..., por lo tanto lo entiendes todo!" Pero en realidad estaba perplejo y confuso "¡Necesito que me hagas un retrato, de cuerpo entero, mientras escucho con los ojos cerrados... será como estar en algún sitio... y el lugar tiene que verse un poco difuminado, sugerido... el lugar... el lugar...es... en verdad los sonidos... pero... esto ha de verse en la mirada... en la mirada... alguien que escucha...! ¿me entiendes...?"

Su amigo lo miraba con un cierto temor, y conforme él más hablaba, incluso sonreía (pero siempre atento y tratando de comprender) Él se movía por el estudio y a veces se quedaba parado frente a un cuadro aún por terminar y se quedaba un rato en silencio mirándolo.

"Bueno... qué... ¿cuándo lo hacemos?" "No sé el tiempo que tendré aún... esto va muy deprisa... cada vez mas... ¡mañana igual ni sé volver!" "Yo creo que... si miro el cuadro, cuando lo tengas, cuando lo acabes... entonces seguro que recuerdo... primero los sonidos... luego el lugar... y luego... luego todo... ¿no crees?...¿no crees?..."

Se fue dejando a su amigo en la más absoluta confusión y además preocupado por todo lo que había visto hacer a quien llevaba años sin ver.

Esa misma tarde se compró un espejo de cuerpo entero y lo puso a la entrada de su casa. Nada más colocarlo se miró largamente y pensó "¿cómo es que no lo he comprado antes?" Veía su imagen pero había algo que fallaba y que le inquietó. Sentía que el tiempo se escapa por algún lado. "¿Estará roto el espejo y no retiene la imagen como debe... igual no es lo suficientemente opaco y no refleja bien?" No sabía lo que era.

De pronto se dio cuenta... ¡él no podía estarse completamente quieto! y eso le delataba, hacía que volviera el tiempo y que se escapara en cada pequeño y casi imperceptible vaivén de su cuerpo. También los sonidos se escapaban, estaba demasiado distraído, la imagen no tenía la presencia quieta de una pintura donde poder mirar. Los sonidos casi no existían. Además, los sonidos se daban en negro y si cerraba los ojos... ¿para qué quería un espejo?. No, nada... necesitaba la pintura, el espejo no le valía.


...



Una tarde, definitivamente, estuvo a punto de perderse en la luz... suerte que su amigo, el pintor, pasaba por allí justo en ese momento y lo reconoció y gracias a ello, aquella situación no pudo consumarse del todo. Le sucedió lo que le sucedía a menudo en esos días, pero esta vez fue todavía más intenso y a punto estuvo de quedarse allí ... "¿para la eternidad?..."

Estaba, sencillamente, sentado en el banco de un parque, contemplando como era habitual en él el atardecer sobre la ciudad y escuchando a su vez con suma atención los sonidos que acompañaban aquellas imágenes. De pronto empezó a ocurrir algo que hasta entonces sólo había imaginado pero que evidentemente no podía ocurrir jamás. En ese momento, pese a que lo había soñado mil veces no supo decir si lo sorprendente de todo aquello provenía de las imágenes o de los sonidos. Por un momento le parecía que se congelaban los sonidos, pero esto era absurdo, evidentemente. Luego cayó en la cuenta de que eran las imágenes que tenía delante suyo las que se estaban petrificando, ralentizando o deteniendo. Sintió algo así como un vuelco en el corazón y también como si éste se le detuviera, al igual que las cosas que veía. Primero se apercibió de las hojas y las ramas de los árboles y le extrañó una cierta falta de sincronía con el sonido del viento que oía allí mismo. Se habían detenido, estaban suspensas en un vaivén concreto sucedido no recordaba en que momento. Era el instante mismo manifestándose de forma continua en una situación fuera del tiempo. Una hoja que se hubo desprendido de un árbol había quedado suspensa en mitad del aire, inmóvil como la pincelada de un cuadro, como una mancha en mitad de un fondo que puede llegar a confundirse en el aplanamiento de la mirada. Lo más extraño y turbador, por así decir, era que continuaba escuchando los sonidos suceder en el tiempo, es decir, que estos todavía seguían su curso normal, imparable. Oía todavía los pájaros piar uno detrás de otro, gente caminando a su alredor, con los pasos más cercanos y más lejanos, según se alejaron o no. Voces de niños, el tránsito un poco amortiguado de la avenida... Se concentró más en los sonidos mientras miraba perplejo, asustado, fascinado, asombrado... como todo lo que veía desde el banco, el mirador de la ciudad, la extensión del parque, los edificios, la luz del atardecer... todo, se iba poco a poco convirtiendo en una pintura, en un lienzo de manchas detenidas que representaban la luz de un instante, un instante que quizá, se preguntaba, tuviera una significación fundamental que él ignoraba todavía.


En ese momento su amigo le tocó el hombro y en su despertar, de pronto se hizo denoche. Habían pasado varias horas desde que se sentó a mirar el atardecer pero en cambio para él todo había sucedido en un instante. El descubrir la noche de golpe le produjo una tristeza incomparable que no obstante aparcó enseguida al reconocer a su amigo.

Los dos se quedaron un momento en silencio. El parque estaba casi vacío a esas horas.

Su amigo se puso a mirar también fijamente hacia donde él miraba todo el tiempo.

Al cabo de un momento, un poco sorprendido, él le preguntó" ¿Qué te pasa?"

"... Ana se ha ido" contestó su amigo.

Aunque él no conocía ni sabía quien era Ana, entendió que sería algo así como su novia o su mujer.
El silencio se prolongó otro rato. A él se le pasó por la cabeza un lienzo que fijara los sentimientos de su amigo en ese momento para siempre, detenidos en ese instante. Luego quiso como recordar sus antiguos amores, pero nada le vino a la cabeza, como si las mujeres no hubieran existido nunca. Entendió en el acto el porque de este hecho y quiso compartirlo con su amigo pero también en el mismo instante en el que lo iba a decir, entendió que su amigo no lo entendería y que ahora, éste necesitaba vivir su pena, su dolor, su sentimiento.

Los dos dieron un lento paseo en silencio en la semioscuridad. Era una noche de principios de otoño, templada y calma. La nostalgia y la pérdida parecían alumbrar toda la ciudad, sin embargo nada más ajeno a esto lo que él llevaba en su pecho. Su amigo, quizá por la proximidad con él, también estaba siendo inmune a esa tristeza empalagosa y asfixiante de la noche metropolitana, pese a su situación más que vulnerable.

Al cabo de un rato su amigo le dijo:

"Bueno... que... ¿cuándo empezamos ese cuadro tuyo que me pediste?"

Al decir esto, él lo miró con una ternura infinita y lo abrazó espontáneamente en mitad de la calle. Los dos amigos recordaron en el acto sus tiempos de adolescencia, sus interminables charlas, sus confidencias, sus sueños... pero todo ello sin un ápice de nostalgia... como si todo fuera presente, el presente de ese abrazo.

Decidieron ir a cenar a un restaurante para celebrar todo aquello y quedaron en que al día siguiente por la tarde , se verían en el parque, en el mismo sitio en donde se encontraron esa noche para empezar el cuadro.

...


Eran las cinco de la tarde. Él llegó junto al banco del día anterior y sintió una tristeza inmensa de repente al acercarse allí. Su amigo todavía no había llegado. Había quedado con alguien, en un lugar y a una hora, ¡todo eso le era algo extrañísimo! Había pasado tanto tiempo sólo sin necesidad de coordinar su vida con otras personas que la percepción del tiempo de todos aquellas cosas le era sumamente rara y antinatural. La sensación, un poco desconcertante era como si descubriera en efecto que existía el tiempo y que él estaba inserto en él y que nada se podía hacer al respecto. En ese pensamiento que le producía una angustia cada vez más creciente se sintió envejecer de golpe y algo así como que le tragaba la tierra. Sintió que todo lo que le rodeaba estaba muerto, apagado, que todo era algo así como una farsa de vida que no se hacía para el presente sino para el futuro, que todas las personas caminaban e iban de un lugar a otro no por causa del presente, de lo que estaban viviendo en ese momento, sino por algo que esperaban que sucediera en un tiempo todavía no dado. Era como su misma situación, la de la espera. Pero, ¿cómo podía existir la espera? En efecto, sintió que no vivía, se ahogó en su propio aire, su cuerpo empezó a ir marcha atrás, completamente invertido y descontrolado de su tiempo, completamente fuera del presente. "¿Por qué me ha de resultar tan insoportable el recuerdo y el tiempo?" Se preguntaba, consciente de que era por eso precisamente por lo que había ido allí, a tratar de acabar con su no tiempo. Otra vez de repente, en mitad de esos pensamientos, como si alguien lo hubiera partido en dos, sintió un alivio inmenso, tal que si la gravedad en ese instante hubiera dejado de tener efecto sobre él. Una bandada de pájaros pasó por dentro de su cabeza y el sonido de sus alas se dibujó en sus ojos en movimiento. Casi se convirtió en un pájaro sin saberlo. Sus pulmones se llenaron de algo más grácil que el aire, más etéreo y más liviano, podríamos decir que respiraba sueños de amnesia y de olvido. Empezó a respirar olvido y se llenó por completo de él. De pronto, en mitad del parque, junto al banco ya no pensaba en su amigo porque nada sabía de él ni tampoco pensaba en sí mismo, ni en la pintura, ni en los rostros con quienes había hablado días atrás. Ya no había días atrás, ni pinturas ni ninguna clase de memoria del tiempo... él se había quedado en el presente, ni tan siquiera era él, era simplemente el estar de ese momento, sin razón o sentido alguno, tan inmenso y perdido como una molécula en mitad del universo. Su felicidad era desconocida e indescriptible para nadie, era la felicidad de una molécula, de la vida más elemental y esencial, sin posibilidad alguna de discernimiento de ser. Era un instante viviéndose en una suerte de tiempo eterno, de no tiempo.

Él estuvo apunto de morir en el acto a causa de la tremenda y paradójica actividad de su cerebro que en ese estado trataba por todos los medios de detenerlo todo con el movimiento perpetuo de la bandada de pájaros. Si realmente se hubiera transformado en pájaro nadie se hubiera percatado en el lugar del extraordinario milagro que sucedía. Pero en lugar de morir y de convertirse en pájaro empezó a dejarse ser sin darse cuenta el aire mismo de la tarde y poco a poco se fue disolviendo en fotones de colores, o al menos eso sentía él y eso veía.

Hacía rato ya que su amigo lo pintaba sobre el lienzo, con aspecto meditabundo, la cabeza ligeramente volteada hacia atrás y las manos sobre el estómago. Él no se daba cuenta de nada de todo eso. No se dio cuenta de la llegada de su amigo, de como éste, sin decir palabra preparó el caballete y todos los utensilios y prácticamente sin cambiar la situación de la escena comenzó a trazar manchas sobre la superficie de un blanco inmemorial.

Lo que empezó a suceder entonces entre los dos, desde la misma pintura, era algo de la naturaleza de la percepción extrasensorial o de esas conexiones que se dan siempre entre las personas que por algún motivo sienten que se conocían desde siempre. En cualquier caso, ocurren este tipo de cosas en nuestras relaciones sin darnos cuenta. Pero en esta situación incluso iba más allá.

Su amigo, mientras pintaba, le contaba a él sus sentimientos con respecto a Ana, la chica que le había dejado hacía poco. Hablaba con tranquilidad, pausadamente y en amplios espacios de silencio, como si hablara para sí mismo. De hecho, había creado un ritmo casi imperceptible entre su habla y la periodicidad de sus pinceladas, como si ambas acciones estuvieran íntimamente relacionadas o incluso fueran un mismo discurso. El pintor iba hablando de sus recuerdos con aquella mujer con un matiz de un cierto dolor, como el rojo que iba esparciendo muy suavemente por todo el espacio de la tela. Pero un dolor rojo que hacía sentir una cierta calidez, una cierta calma y una cierta dulzura. Así es como le salía la luz de la tarde. También había algo de cristal, de translúcido y transparente, de intocable y sin espacio que se iba posando.

Aquella tarde se fue extendiendo en varias de ellas. El pintor se llevó a él a su casa y así vivieron, cada uno en su trance mientras durara el lienzo. Ambos seres, inconscientemente sabían que algo definitivo ocurriría al concluir la pintura... pero ¿qué? ¿cuándo ocurría? No pensaban en absoluto en ello. Ambos estaba inmersos en un no tiempo, cada uno en el suyo, para él el presente del instante sin memoria y para su amigo el presente del instante inmerso en un recuerdo, en una pérdida. Uno tendía a un sentimiento de libertad absoluto que conducía a la disgregación total y el otro al refuerzo de unas circunstancias, al deseo de eternidad de un momento fijado para siempre, de la fidelidad estática de un instante dado en el algún momento.

...


Una tarde, mientras pintaba, su amigo empezó a hablarle así:

"Ana no entendía la fijación de un instante..., le gustaba en cierto modo, pero no lo compartía. Yo le hablaba a veces del hecho de que puedes quedarte mirando algo durante muchísimo tiempo y siempre ver algo nuevo, que el objeto podía ser el mismo pero que se trataba de cambiar la mirada, la forma de mirarlo. Creo que yo la quería de ese modo, nunca me cansé de ella ¿es por eso que ella se cansó de mi? Creo que se cansó de mi silencio, de mi profundidad, del estatismo de mis cuadros... no lo sé... no sé que iba buscando ella... Todo acaba algún día, todo cambia... empiezas otro cuadro... nada se queda de alguna manera... todo pasa. Recuerdo que un día... después de hacer el amor le dije que me gustaría que muriésemos los dos en un instante de felicidad y quedarnos para siempre en él... no debió de entenderlo o no le gustó... porque me dio la espalda y se vistió enseguida. No volvimos a hablar de ello hasta un tiempo después. Ana tenía una gran capacidad de inmersión en el instante, de sueño, pero le vencía la sed de experiencias nuevas, de sensaciones nuevas. Quizá por eso me dejó... no le bastaba la fijación del instante."

Mientras decía esto las pinceladas parecían casi dadas al aire. El cuadro daba la sensación de quedarse intacto no obstante de seguir recibiendo capas de colores y texturas nuevas. Él parecía haber recobrado una vida en los ojos que se le hubiera escapado hasta entonces. Su amigo se detuvo y se quedó mirando al lienzo. Había una luz que era un ser, pero apenas había un lugar, pues la luz de ese lugar se mezclaba con la del ser y no se podía saber cuales eran los límites de ambos. Él se giró y miró a su amigo de una forma como hacía días que no lo miraba, reconociéndolo. Se acercó al lienzo y se puso a contemplarlo también junto a él.

Él le dijo:

"Has pintado mi memoria Carlos, y también tu recuerdo de Ana. Me siento frágil y fuerte a la vez ahora mismo, como un baso de cristal. Mientras pintabas y me hablabas iba recordando yo también mis amores y mis vivencias. He sufrido mucho con cada pincelada tuya. Al principio todo eran pájaros en mi cabeza pero tú fuiste poniendo recuerdos que pesaban como lozas. He tenido que convertir las lozas en pájaros, como tú has ido poniendo el rojo por todo hasta lograr pintar el aire invisible. Ahora no tengo miedo y sin embargo estoy temblando. He querido olvidarlo todo para evitar que el peso me arrastrara consigo pero por eso mismo he perseguido la ingravidez ciegamente y casi me pierdo en el universo al conseguirlo. Tu has vuelto a fijar mi ancla y a la vez has soltado un cierto peso de Ana. Todo empieza de nuevo, amigo mío"


Fin



13 agosto 2006

Pensamiento de ti

He acabado en tu piel

principio de todo

como la soledad.

Mastico el espacio vacio

y tus ojos vienen con el día

que mece la angustia.

Las manos buscan el tiempo

tibia eternidad de pasos quietos

y los labios arquean un recuerdo.


Vuelve...

la ansiedad de tu caricia

como piedra viva que toca mi centro

Vuelve a correr en el camino... el darte

cobijo de alientos

y ojos sumergidos en el otro.


Aquí lates...

temblores de sombra.

Ahogas mi boca en la lejana carne

y me brindas...

el aire de tu pensamiento.

12 agosto 2006

Reflejos, invitaciones y caminos en el S.XXI

Voy a caminar durante un rato en una cierta oscuridad, descubriendo mi paso, haciendo el aire conforme camino, inventando, invitándome a mi mismo a entrar en otros pensamientos que quieran pensarme, que estén ya haciéndolo aún sin saberlo.

Sólo me mueve el caminar... y en todo me sujeto... pero sin quedarme.


Con la invención de la imprenta el valor del soporte donde se imprimían todo tipo de cosas dejó de existir como hasta entonces y apareció en su lugar otro valor para evitar la pérdida de aquel. Aparecieron los derechos de autor. Tales derechos consisten en un valor intangible añadido a la copia material dado el bajo coste de reproducción de ésta y que se supone trata de mantener el anterior sistema de producción previo a la imprenta. Tenemos pues dos valores para un sólo bien material, uno es el del soporte y la reproducción, que es muy bajo, y el otro, el compensatorio de éste que se le llama derechos de autor. El problema está en que fácticamente es muy fácil hacer reproducciones ya que la nueva tecnología lo permite y esto hace que se puedan realizar copias al márgen de quienes tienen interés en cobrar el añadido intangible de los derechos de autor. Esto, naturalmente parece que afectara al sistema de producción de los textos, en efecto, y lo hace en varios sentidos.

Se abarata el coste del consumible material pero al mismo tiempo se consigue una mayor difusión de éste dado la facilidad de la copia. En consecuencia se puede vender a muchísima más gente y por lo tanto el menaje se extiende más, tanto por la cantidad como por el precio.

Hoy en día, se puede equiparar, en cuanto a los cambios que supone, la tecnología digital a la imprenta de Gutenberg, de hecho los cambios son quizá más radicales todavía en el presente.

La tecnología digital, con la informática como punto de encuentro de toda esa tecnología, ha transformado toda la información (nos referiremos siempre a información en un sentido material, previo a ser consumida por las personas) en una misma cosa muy fácilmente manipulable en todos los sentidos, para su reproducción, copia, alteración, añadido...etc etc. Todo... todo... todo son ceros y unos... nada más. Para un ordenador todo es lo mismo, sea una imagen, sea sonido, sea video, sea texto, sea una mezcla de todo, sea dibujo... todo es ceros y unos. Y esos ceros y unos, gracias a la tecnología se pueden manipular como hemos dicho casi por cualquier persona de forma muy rápida y sencilla.

Es una paradoja de nuestro momento histórico. La tecnología finalmente ha hecho fácilmente accesible la información a todos los seres humanos del planeta. Esto es una posibilidad que es un hecho, otras cosa es que realmente todo el mudo pueda acceder o le sea neceario.

En los tiempos de la imprenta, la cultura, los libros y el conocimiento (las ventanas, como yo les llamo) era algo muy vedado y cerrado a la suerte de unos pocos. Pero entrar en todo eso supone un repaso histórico descomunal que no podría hacer ahora.

Nos damos cuenta de que la situación presente en los países capitalistas es muy distinta a la situación que se vivía en los tiempos de la imprenta. Hoy en día hay educación pública obligatoria, hay becas, hay bibliotecas públicas... la cultura no está tan vedada como antes. La sociedad ha cambiado muchísimo evidentemente y parece que con miras al bien común y mayoritario de la gente.

Ahora bien, junto a todas esas posibilidades de acceso a las ventanas de la cultura tan facilitadas por la tecnología existen también formas arcaicas de industria y producción que representan sistemas de producción y distribución que no son de tan fácil acceso. Estos sistemas, amenazados por las nuevas formas de comunicar información tratan de legitimar su poder y su valía (que pertenecen al pasado) argumentando que sin ellos no habría nada de nada, que si todo se convierte en un magma de ceros y unos fácilmente accesible entonces desaparece el autor, desaparece la obra y desaparece la comunicación. Todo viene a decir que ellos son necesarios para que todo eso subsista.

Bien, detrás de todas estas consideraciones hay muchos matices que señalar. Aquí nada es blanco ni negro. La era digital no es la panacea maravillosa de una democracia por fin real y realizable que hace a todos los individuos libres. Como siempre, para mí, la libertad es un acto personal, no te la da un sistema, aunque pueda ayudarte en ello, claro. La cultura es fundamental, como la educación, el mostrar las ventanas del mundo. La era digital trae consigo muchísimos cambios. Estamos inmersos en ella en mitad de una proliferación de bienes de consumo inimaginable. Se nos exhorta a que necesitemos de todo ello, a que consumanos... apenas se nos educa para ello, para tener criterio, para saber valorar realmente... Yo no quiero dictar lo que es bueno y lo que no lo es, como tampoco quiero decir como sería una sociedad ideal, perfecta... porque no creo que exista eso. Ahora bien, si creo en ciertas cosas, si tengo unos valores y aunque mi ignorancia es mucha llega un momento en que siento que no todo vale por igual (y yo amo la sensación de que cada cosa, todo, vale tanto como todo) Pero no puedo escapar a la sociedad y a la historia.

La producción y la industria está cambiando y va a cambiar mucho más. También la tecnología permite y facilita el acceso a los medios de producción (y como con todo eso puede ser positivo o no) El valor de las ideas y de la creación sigue siendo el mismo de siempre desde que el hombre es hombre. Ventanas que te abren mundos, ventanas abiertas a otros mundos, a otras formas de ver... eso que alimenta aquello que no sabemos explicar pero que es tan fundamental... la libertad de hacer lo que nos venga en gana.

¿Hay que vedar la cultura? ¿hay que enseñar a tener criterio a la hora de elegir aquello que consumimos? ¿hay que poder tener acceso a todo, todo?

¿Qué hace la industria? ¿Permite la industria el acceso de todos a todo? ¿cuáles son sus fines? ¿Qué tipo de sociedad queremos hacer? ¿tenemos una idea en mente?

¿Qué nos ofrece la televisión? ¿qué tipo de cultura difunde? ¿pretende hacernos más libres, más creativos? ¿Es necesaria la industria de la cultura para que el acceso a la cultura sea posible a todos?

Hoy en día, medios e ideas en muchos casos tienen valores contrapuestos, no se encuentran. Una sociedad sana siempre permitirá que sus creadores desarrollen su labor y eso incluye por supuesto que el público tenga acceso a sus obras de la forma mejor posible.

Lo demás es la industria del ocio, que para mí, no es cultura porque no ayuda a tu libertad ni a tu creatividad, todo lo contrario.

Todo está relacionado con todo y todo se me acaba escapando. Caminar en la oscuridad me es necesario, guiado por el instinto o una emoción, la razón o la lógica (que no dejan de estar presentes de alguna manera) me acaban perdiendo. Juego demasiado... quizá. La intuición siempre me lleva más lejos que la razón (y además la lleva consigo más allá)

Tengo la sensación de haberme dejado mil cosas en el tintero... aunque sólo busco seguir caminando, seguir pensando, seguir intuyendo en compañía de otras ventanas. Hago un acto de tocar... y claro... soy tocado.




Un gesto basta para provocar el mundo entero y todo lo que hay en él.

De qué hacer en la vida

Cuando era pequeño decía que quería ser ingeniero, primero aeronaútico y luego de coches. Diré que mi padre es mecánico, por si sirve de algo. Sin embargo me olividaba con pasmosa rapidez de esa apiración mia, y se convertía en eso mismo, una simple aspiración seguida de otra inspiración... y así sucesivamente.

Yo vivía y en realidad no quería ser nada, ya lo estaba siendo todo. Diré que en mi infancia he llorado y sufrido como cualquier niño (cualquier niño a quien le hayan dejado ser niño) y también reido y jugado, como cualquier niño. Mi visión de la infancia no es idealizadora, creo yo. Yo sencillamente recuerdo, lo bueno y lo malo y veo esas sensaciones.

Pues bien, yo vivía... ¡ya... en ese momento! ¡en cada acto! ¡a cada vez! sin darme cuenta, en una cierta inconsciencia que no es la inconsciencia de no darte cuenta de que estas y eres, de que sufres, piensas, tienes remordimientos, miedo, vergüenza, risa... no... no en esa inconscencia en la que eres consciente de todo ello.

¿De qué era yo insconciente entonces que ahora me parece no serlo?

Yo no era nada... es decir... era lo que era... no tenía que hacerme nada... esa era mi felicidad... mi inconsciencia... mi verdad... mi vida... todo se daba... todo lo que me hacia, se hacía sin más, sin un querer hacerse, sin la voluntad individual de hacerse.

En fin. Cuando me llegó (y en que forma más cruel y extraña) la voluntad, la conciencia o la nada... o que se yo como llamar a aquello que estaba destinado a llegarme, entonces empezó ahora... y desde entonces es ahora (con momentos de nunca y de siempre, claro) Desde entonces me voy buscando y me voy haciendo ¡que horror! ¿se imagino uno modelándose así mismo en arcilla no siendo nada más que lo que va surgiendo de una duda atroz e imposible que no le deja ir a los dedos en su felicidad voluptuosa? ¿se imagina? horrible... No no es horrible.... no sé como es.

El caso es que no sé cuando empezó esto, es decir, me acuerdo del "despertar" al que antes he hecho mención... pero... ¿por qué se dió? ¿cómo? ¿qué sentido tiene? ¿cómo se forjó? ¿cómo creció en mi y cómo me ha modelado hasta ahora?

Aspiro (una nueva aspiración) a volver a antes de ahora... y espero la inspiración... donde descanso y vuelvo a ser niño. De verdad, sin melancolía ni idealizaciones... yo viví hasta que tenía 8 o 9 años, desde entonces que muero... con algunos días de vida... ¡pero aspiro...aspiro! ¡de verdad también que aspiro!

Tal vez fueran los examenes, los estudios, los compañeros, tal vez era ya yo. Antes de ahora yo era un bala que atendía más a correr y subirme a los árboles que estudiar y tal y tal... Desde ahora que los árboles son mis amados y me subo a ellos... pero el niño está abajo... y yo arriba... estudiando y aplicándome.

¿Qué me ha pedido esta sociedad? ¿qué me exije este mundo? ¿qué tengo que hacer para ser uno más, para insertarme, para ser aceptado, admitido? Preguntas del ahora... de mí y de todos. Preguntas que manifiestan el querer ser algo, el querer hacer algo, la voluntad, la decisión... pero... ¿cómo se puede saber lo que se quiere... lo que se es...? Para mí es imposible. Yo no lo sé... a lo sumo lo siento... a lo sumo nace o brota de mí espontáneamente... me sorprende... pero no lo sé... no puedo dar un paso con mi voluntad hacia mi mismo... porque no existe ese "mi mismo" No puedo ir a buscar sin poder ser buscado... no soy nada que se busque. Si tal hiciera tendría una etiqueta de mí, un dibujo, una impostura.

Bien, lo asumo, somos impostura... nuestro camino nos ha encontrado en la historia de los accidentes vividos. Nos toca vivir juegos y teatros, roles y papeles... nos toca creer todo eso... hasta engañarnos y tomarlo como algo más que un juego, que una trampa, que un disfraz.

De niño era sin nada de todo eso... vivía en el disfraz mismo sin plantearmelo... era... creía... ¡qué más me daba a mi todo esto!

Alguien puede pensar que no quiero ser nada, que no soy nada por eso mismo. No lo sé, me es igual en cierto modo. Sé que soy algo pero no puedo mentir ni engañarme todo el tiempo sin ser consciente del juego. ¿Realidad o ficción? ¿Juego o verdad? ¿consciente o inconsciente? ¿lúcido a alienado? No sé... la cosa brota, mana, surge, prorrumpe, irrumpe...

Ahora quiero ser cineasta (querer ser, querer hacer) nada más necio. Lo seré sin querer serlo si toca. Lo elegí (voluntad) para no tener que ser nada, para poder serlo todo, para no engañarme y seguir jugando siempre. Igual ya ni sé distinguir realidad de ficción, juego de verdad, consciencia de inconsciencia, lucidez de alienación.

Sin duda algo o alguien sabrá.

10 agosto 2006

EL CONSUMO DE LA CULTURA

Se suele oir al revés, me acabo de dar cuenta. Pero aquí le damos al vuelta a todo, no para marear, ni buscarle tres pies al gato, ni que se haga por el otro lado como la tortilla... es la mirada que lo ve así, boca abajo. La mirada digo, ¡nada más ni nada menos... vivo!.

Consumir viene del latín consumere, que utiliza el prefijo com (con-, unión) y sumere que significa tomar. Se podría entender "en unión a lo que tomo o con lo tomado" algo así como que lo tomado y quien lo toma forman un unidad (unión, con-sustancial). Somos lo que consumimos podríamos decir también. Sin embargo, ¿a alguien le chirría esa palabra en general? ¿no os reveláis con expresiones como la anterior? ¿acaso no sentís que aquello a lo que dedicáis tiempo forma parte inseparable de vuestro ser, de vuestra persona? ¿qué sois eso mismo? Bueno, no vamos a entrar ahora en lo que somos y no somos (o si somos), ese es otro asunto apasionante del que hay mucho y poco que decir al mismo tiempo.

Hoy en día la palabra consumo está asociada a la sociedad de consumo, al sistema capitalista, a comprar muchas cosas, etc etc... a todo eso ¿no? Es comprensible entonces, en ese contexto, que nos revelemos cuando alguien nos "recuerda" que somos aquello que consumimos. Quizá nos revelemos por esa etiqueta mismo de "lo que somos"... alguien querrá reinvindicar no ser un ser ,muy legítimo, e incluso ilegítimo por cierto. Pero eso ya hemos dicho que es otra consideración.

¿Qué es consumir? Todos los seres humanos consumimos infinidad de cosas y producimos otras tantas... es una rueda imparable ¿verdad? Consumimos para producir energía y esa energía nos ayuda a producir, nos agotamos y consumimos de nuevo lo producido. Y así desde el principio de los tiempos hasta hoy. La energía rueda... todo estaba desde el principio (si lo hubo)... la misma energía de ahora. Pero esto también es otro tema para otro momento.

¿Qué es la cultura? Podríamos recopilar infinidad de intentos de definir cultura, unos más amplios y generales, otros más concretos. Algunos dicen que la cultuta es todo, todo aquello que hace (ha hecho) el hombre sobre la tierra y que parece ser "escapa o está fuera" de la forma de vida natural o en la naturaleza (en un estadio pre-homínido o entre los animales y demás seres vivos). Hay una oposición entre cultura y naturaleza, ¿la aceptamos o no? En cualquier caso, es obvio que todo empieza en la naturaleza, y por supuesto también el hombre y la cultura.

Si entendemos consumo en su acepción más cercana a su etimología latina (en lugar de a las nociones contemporáneas del capitalismo) asumiremos que el consumo de cultura provoca que, aquello que hace el hombre en general forme parte de nuestro propio ser en el momento lo consumimos y por tanto sea nuestra propia vida.

Es fácil imaginar esto también hoy en día, positiva y negativamente.

Ahora me pregunto, ¿en qué consiste el consumo hoy en día (es decir, en su acepción de la sociedad de consumo y el sistema capitalista)? ¿En algo similar a lo que resultaba en su acepción etimológica? ¿Forma parte de nuestro ser y de nuestra vida aquello que consumimos? Pero, ¿qué le ocurre a la sociedad de consumo... qué la caracteriza? Que para existir como tal ha de consumir, sin exccepción y por encima de todo. Lo más importante es que no cese el consumo. Eso es lo que busca el capitalismo, mayor consumo para un mayor beneficio econónico y en consecuencia mayores ganancias y poder. Digamos que es así, ¿no os parece? ¿añadirías algún matiz? Es también "imparable", pero no es una rueda, es un línea recta ascendente, una diagonal. El capitalismo hace lo que sea necesaro para serguir vendiendo, se inventa todas las artimañas necearias y juega con todos los sntidos posibles (en todos los sentidos) para hacer que sigamos consumiendo.

Ahora bien, ¿se puede consumir del modo en el que quiere el capitalismo la cultura? Dicho de otra manera, aquello que hace el hombre y que ha de formar parte de la vida del hombre, ¿se puede consumir por el hecho de consumir mismo? Dicho de otra manera todavía, ¿vive el hombre para consumir... o porque vive consume? He aquí la piedra de toque de todo "sistema" de vida... ¿hacia donde va ese sistema? ¿qué pretende? ¿En qué medida nos totaliza, nos unifica, nos amolda a todos hacia su fin?

Pero no corramos... volvamos un poco atrás. Hemos dicho que el sistema capitalisma pretende que todo forme parte de nuestras vidas pero sin importarle este hecho fundamental, sino tan sólo el hecho de consumir, ¿no? En realidad, si nos atenemos a la etimología, el sistema capitalista no quiere que consumamos ( ¡ jajaja !) sólo quiere que compremos los objetos o las cosas a consumir... a él le importa tres pimientos que lo consumamos o no, nosotros o el fuego. De ahí surge la acumulación, es decir, no consumir, sino comprar, comprar y comprar, sin consumir, sin digerir, sin biologizar, sin formar parte de nosostros, sin experientar, sin participar, sin dejarnos ser la cosa consumida, sin transformar ni cambiar, sin disfrutar... o a lo sumo demasiado rápidamente, con ansiedad y bueno, tantas y tantas enfermedades del comprar, del "consumir".

¿Y cómo es aquello qué no se consume? es decir, que solo se compra, que incluso no está hecho para el consumo, sino simplemente para ser comprado, canjeado por dinero (y aquí caben todos los productos que podéis y sabeis imaginar, que, "consumimos" pero que nunca se hicieron para ser consumidos real y etimológicamente) ¿Cómo son? Son... en fin... subproductos... sin energía... que no pertenecen a la rueda, que no tienen vida... que... no sé... y ¿cuales son nuestros hábitos y formas de consumo? ¿verdaderamente digerimos aquello que consumimos? ¿qué nos reporta esa digestión? ¿alguna energía? ¿algún cambio?

Y por eso, desde mi punto de vista todo esto es importante... porque estamos en un mundo donde cada vez más se paga por cosas que no son buenas para nosotros, que no se pueden consumir, que no pueden formar parte de nosotros y que si llegan a hacerlo... pues... ocurren diferentes forma de la enfermedad, muerte, alienación... y... en fin... y lo mismo ocurre con nuestro mudo de consumo, ansioso, supersaturado, sin tiempo y sin rítmo... aunque pueda verdaderamente contener obras importantes.

Así que cuando consumamos música, películas, arte, comida, tiempo, energía, amor... poned cuantas cosas queráis... hay que ser conscientes de la rueda... de la vida... que la vida está por encima de todo... que todo sirve a la vida y que la vida no tiene sistema... que se hace... que se va haciendo... en la rueda... que siempre ha estado. Una obra de arte es energía viva que viaja de cuerpo en cuerpo, de ser en ser, hecha bajo ningún sistema, más allá de todos ellos, en la libertad y la reveldía, en la osadía absoluta de manifestarse más allá de toda convención y de toda pauta, con conciencia e intución al mismo tiempo. Su consumo va dirigido a transformarnos en la vida, a romper con toda norma, nos impele a ser, a crear nosostros, a manifestar, a inventar, a contagiarse de la rueda, a girar con ella, a la vida misma y su no sistema, y su darse y manifestarse. Cunsumir es ser consustancial, no acumular. Consumir es transformarse para la vida, para cambiarla, para mejorarla, para vivir en la rueda.

09 agosto 2006

S I L E N C I O

*




Se pide para escuchar...

luego no existe.









Es el fantasma-sueño del infinito

donde todo es invención, de donde todo nace,

en donde todo se aguarda





es la penetración

la inmersión

la voz primera a la que todo vuelve para nacer








es la escucha del sueño

motor sigiloso e invisible de la vida







nunca hay tanto sonido como en el silencio

el ruido es la sordera










el silencio es la escucha




el silencio... ...es la escucha...






sin escucha...




nunca se oirá el silencio




sin silencio...





nunca se escuchará





sordos de ruidos







muertos de movimiento






*

04 agosto 2006

S O B R E L A S C O N V E N C I O N E S

Cuando uno "simplemente" se dedica a vivir, sin pensar demasiado que conlleva o incluso que significa eso de "vivir", sin plantearse demasiadas preguntas... ¿por qué? ¿para qué? ¿cómo?... pueden ocurrir varias cosas. Por un lado puede suceder que "tu vida" siga los cauces de muchas de las vidas que pululan a tu alrededor reaccionando de forma similar a éstas y buscando las mismas cosas que muchas de las personas que te rodean. Esto no deja de ser un poco extraño y a la vez lo más comprensible del mundo. Extraño porque cada ser humano es por definición único e irremplazable y resulta absurdo el pensar en un conjunto de personas "iguales o similares" ¿De qué sirve ese "iguales" en el pequeño núcleo de una familia por ejemplo donde afloran las más diversas peculiaridades en cada caso? Al mismo tiempo es lo más normal del mundo ya que todos los seres humanos somos en cierto modo similares y perseguimos metas comunes así como compartimos necesidades. Y por supuesto existen los grupos y las comunidades. Hoy en día, sin duda alguna, el tema de la identidad es uno de los asuntos más complejos e importantes que acucian al ser humano, por decirlo de alguna manera. Se han superado tantas barreras (sobre todo materiales) que el contacto entre los diferentes grupos humanos es casi total y al mismo tiempo se consigue mantener una coexistencia de la diversidad en un entorno común, complejo y relativamente reducido.
Otra de las cosas que ocurre cuando no te planteas preguntas ( preguntas que en algún otro momento necesariamente has tenido que plantearte) es que dejas suceder el acto de vivir con la actitud de serlo y vivirlo en sí mismo, sin un por qué, un para qué o un cómo. Simple y llanamente vives-sientes el acontecimiento, más allá de toda convención y de toda pauta, en el suceder del mismo. Es por aquí por donde entraremos sobre el tema de las convenciones.
¿Qué es la identidad? ¿para qué sirve? ... sin duda para reconocerse uno así mismo... ¿y de qué sirve eso de reconocerse uno así mismo? Saber que uno es lo que es... pero insisto... ¿para qué?... para saber también lo que no se es. ¿Acaso no está este tipo de consideraciónes de alguna manera en la base de los nacionalismos, de los territorialismos, de la cohesión de los grupos, del sentimiento de pertenencia, de la proclamación de la personalida y del yo? ¿Acaso no podemos pensar que cada uno de nosotros es como una pequeña nación "inexpugnable" escindida de todas las demas? La noción de propiedad privada, la legitimación, los derechos, los poderes... todo diviene de esa percepción escindida del ser humano, de la consideración de individuo, manifestación del ser subjetivo. En este sentido, lo convencional vendría a tratar de restituir en algún grado una cierta condición primaria (o quizá solo ideal) de iguales indistingibles en donde originariamente no había diferencias y por tanto distinción alguna entre los seres, donde los roles eran intercambiables y no había por así decir una jerarquía establecida dado que todos eran como todos y no tenía sentido colocarse por encima o por debajo unos de otros. Es así pues que, en este sentido, lo convencional nos acerca los unos a los otros, nos hace más iguales. Ahora bien, ¿quién no se plantea las connotaciónes negativas que esa misma palabra conlleva sobre todo en nuestros días? Todos hacemos lo mismo y desaparece la diversidad, ¿qué tiene de bueno la diversidad? ¿En qué consiste la diversidad, la riqueza de la vida, su inagotable variabilidad de formas de darse? ¿Por qué no sería deseable la homogeneización de la vida y su convención?
Cuando una persona vive, por educación o circunstancias varias puede ser consciente de que tiene la capacidad de ejercer una libertad cuyos límites son sus propias capacidades (límites que permanecen desconocidos si uno no hace uso verdadero de su libertad) Dicho de otra manera, nuestra propia constitución de seres conscientes de nuestra libertad nos obliga a ejercerla lo que a su vez nos empuja inevitablemente a conocer de que somos capaces. ¿Qué hay detrás de todo eso? Al lanzarnos en pos de nuestra libertad nos damos cuenta de que nos vemos enfrentados directamente con un montón de convenciones ¿Qué clase de libertad es esa que se ve coartada ante las convenciones de los demás, de la sociedad, de uno mismo (en la sociedad)? La pregunta es, ¿existirían este tipo de convenciones si todos asumíesemos y fuésemos consecuentes con nuestra conciencia de libertad? ¿Qué son pues las convenciones? ¿Son acaso formas de eludir nuestra libertad? Nos damos cuenta de que utilizamos la palabra convención como algo aceptado por todos para permitir cierto modo de vida en común. Lo que nos preocupa aquí es como se ha llegado a ese consenso o mejor aún, ¿con qué intención? En efecto, nos damos cuenta de que hoy en día se acaba la libertad si todos somos iguales y al acabar la libertad, ¿qué acaba?... ¿la conciencia, el pensamiento, la soledad de nuestro ser, el individuo, el darnos cuenta de nosotros mismos, nuestra diferenciación de resto? De nuevo estamos en el individuo.
¿Qué somos pues... individuo o convención? He ahí el problema de la identidad. ¿Por qué nos empeñamos en ser algo... por qué no nos conformamos simplemente con ser? ¿Por qué no podemos ser un magma de ser todo mezclado, indistingible? ¿Por qué no podemos imaginarlo así? Sí que podemos, está claro. Considerar a algo como una convención es ya ver su lado común y convencional así como diferenciar algo por su excepcionalidad hace que no pueda ocurrir a menudo (cuando se podría considerar excepcional el acto mismo de salir el sol todas las mañanas) De nuevo es cuestión de uno uso convencional del significado de las palabras. Tal vez por eso la poesía se mece entre lo convencional y lo excepcional hasta convertir las palanras en una experiencia inclasificable.

03 agosto 2006

Crítica. Un Condenado a Muerte se ha Escapado. Robert Bresson.

Cine físico y espiritual a un tiempo. Cine de los sonidos y de las imágenes, no de las convenciones narrativas, y aún siendo así perfectamente narrado. Cine de la precisión, la concisión y el respeto. En cada plano, en cada elección de la realización una lección maestra de cómo y qué poner delante de la cámara. Cine que invita a trascender a través de lo material, subjetivo, dentro del cuerpo reflectario del actor, cine del tiempo de una imagen, del valor de un rostro, de una mirada, de un silencio. Cine de la voz interior, que no subraya sino que nos hace vivir el latido más cercano de esa fisicidad del cuerpo, el rostro y la mirada. Cine de los objetos, de lasd cosas, cine de la materia y de la luz. Cine de la concentración, nunca mejor dicho en este caso, de la espera, cine de saber los límites y explotarlos hasta lo ilimitado de ellos, ¡hasta la tensión y la emoción hacia dentro! Cine de los silencios, quebrados y mantenidos, donde los sonidos viven más que la imágen muchas veces. Cine de un solo tema musical, otra vez concentrado, otra vez sacado su jugo al máximo, donde la música hace y deja sentirse, donde expresa una emoción propia, sin una intensidad buscada, la intensidad de sí misma con las imágenes de la espera. Cine de la conciencia y de la intuición a un tiempo, es decir, cine de fe, fe en rígida forma que imponen los encuentros.

02 agosto 2006

MORIR EN EL PAISAJE

Mancha inmensa reconocida

en los ojos rebosantes que aplastan el alma,

muero todas las tardes en la tarde.

Muero de una cierto mundo al erguir mi mirada

solitaria, que posee lo inabarcable,

el anzuelo de entre el cielo y la montaña.

Me basta su vastedad fria para matarme

y escindirme de todos los ojos y de todas las almas.

Paisajes como tumbas, silenciosas moradas del ver.

Pocos mueren en la inmensidad de sus lienzos

almas perdidas que penden de los cielos.

Ves los ojos lanzados en la lejanía

a un soplo de llegar a las frías niñas del firmamento

e intuyes que está viajando a los avernos.

Le tocas y se desprende el universo

y en el temblor el paisaje le cae de su sonrisa.