Lenguaje y Realidad
Los signos son algo que se percibe (cualquier cosa vista, oida o sentida de alguna manera) y que nos hablan al ser percibidos de otra cosa distinta a lo que ellos son y que no está allí presente en ese mismo momento en el que los percibimos. Una voz que oímos, por ejemplo es un signo de que cerca hay alguien o de que al menos alguna vez, ese alguien estuvo cerca de aquello que registró su voz. Unas hojas en el suelo son un signo de que cerca de allí hay un árbol o de que lo hubo no hace mucho al menos. De este modo, los signos son una suerte de delatores de la ausencia de algo que en algún otro momento estuvo o estará presente. Pero esa delación propia de los signos sólo es posible si nosotros (receptores de signos) conocemos la relación entre los signos y aquello que designan. A ese conocimiento se le llama saber el significado de algo. Si yo soy un niño muy pequeño y estando en la calle veo por primera vez un haz de luz en el cielo acompañado enseguida de un estruendo enorme muy problablemente no sepa que puede haber tormenta de un momento a otro, y no lo sabré porque todavía no he tenido la experiencia de relacionar en mi memoria aquello que percibo con las cosas que suceden. Ese tipo de aprendizajes donde mediante algún tipo de memoria se retiene en nosotros la relación entre una percepción y otra es lo que hace posible el conocimiento y el lenguaje. Ahora bien, nosotros, constantemente estamos recibiendo estímulos y sensaciones y desde luego no a todas horas ni a cada instante esas sensaciones o percepciones tienen un sentido. "Todo tiene un sentido" dicen muchos por ahí, o "nada tiene sentido" dicen otros. Este tipo de manifestaciones extremas y lo que ya hemos expuesto sobre que es el significado de las cosas nos hace ver que el sentido es algún tipo de relación establecida entre las cosas y cuya raíz es subjetiva y circunstancial. El hecho de que la relación que establecemos entre nuestras experiencias sea algo completamente subjetivo, propio de cada uno de nosotros, no impide que esas experiencias puedan ser compartidas con otros seres en alguna medida. Y esto ocurre por varias razones. Una de ellas es el hecho de que nuestras experencias, aunque individuales obviamente, son muy silimares entre sí, al menos en los orígenes de la sociedad, tanto por nuestras similitudes como las del entorno que habitamos. Además, con la creación del lenguaje, que precisamente es posible gracias a la anterior premisa, se llega a establecer un sistema de signos abstractos y convencionales, que funcionan igual que los anteriores sólo que estableciendo las relaciones no dentro de la misma realidad percepctiva, sino de esa realidad con la realidad creada de un código de signos insignificantes en sí mismos y pautados o reglados convencionalmente por una sociedad.
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