Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

26 mayo 2006

Crítica. Fanny y Alexander (versión para televisión). Igmar Bergman.

Entre lo teatral, lo televisivo y lo cinematográfico... registros y tonos sobre los cuales oscila la puesta en escena y el montaje de esta película que destaca por su gran maestría narrativa. Todo está al servicio de la historia y todo sucede en un órden de claridad cronológico y lineal en el que los acontecimientos nos llegan al mismo tiempo a espectadores y personajes. El punto de vista que prevalece en la narración es el de Alexander, el hijo de Oscar Ekdahl (Allan Edwall) gerente del teatro sobre el que gira la familia, un chico de unos nueve años que lleva en su interior la condición del que percibe más allá de la realidad aparente, todo ese mundo de símbolos y misterios que se hacen reales de alguna manera en el cine, en el teatro y que pertenecen a la realidad misma durante el periodo de la infancia.
En el contexto de la mediana burguesía sueca de finales del S. XIX y principios del XX, en una casa barroca y suntuosa, llena de detalles de decoración, donde las formas y la presencia de cada objeto se torna un misterio, nosotros los espectadores, seremos testigos del aprendizaje de una pareja de niños y de sus experiencias a lo largo de unos pocos años y de los giros esenciales que ocurren en las vidas de esta familia.