Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

27 agosto 2009

Paseando con palabras

Durante mucho tiempo he pensado que las palabras nos engañaban sobre la realidad, que llegábamos a creer demasiado en ellas y de este modo dejábamos de ver o intuir aquello a lo que trataban de referirse verdaderamente. Ahora entiendo que no eran las palabras las que nos engañaban, sino nosotros mismos al otorgarles un poder distinto al que representan. Pero he entendido también que ese supuesto poder de la palabra no es distinto del poder que pueda tener un gesto, un sonido, una imágen, un sentimiento, una sensación, un pensamiento... Dicho de otro modo, la palabra lo es todo, como todo lo es todo.

Yo creía que la palabra era un "mal" intermediario entre la cosa y su designación (en este caso, una designación que es un signo fonético) Pero pensando esto, creía, como no podía ser de otra manera, que habría un "buen" intermediario entre la cosa y su designación. En realidad supongo que aspiraba a comunicar la cosa en sí sin intermediario... ¿pero cómo es eso posible? No había desde luego ningún "buen" intermediario.

¿Cómo logro comunicarme entonces?

Existir mismo, estar en este mundo es ya un modo de comunicación. La comunicación no es pues algo entre dos seres, es algo más allá de esos dos seres. Nos comunicamos porque participamos de algo en común. La existencia. ¡Que perogrullada!... dirán agunos... pues sí... ¿pero no es divertido?

¿Y qué quiero decir con todo esto?

Verdaderamente no lo sé. Yo quería salir a pasear con las palabras, hacer un mundo de palabras en el día en el que he aprendido que todo es todo, es decir, que todo son palabras y al mismo tiempo no solo son palabras.

Pongo un ejemplo. Si de alguna forma alguien pudiera eliminar de la existencia la palabra "pan" automáticamente la vida dejaría de existir conforme la conocemos y quizá incluso de todas las formas posibles.

Pero en cualquier caso demos ese paseo prometido con la palabra.

La tarde declina apacible. Todo parece estar donde estuvo ayer y supuestamente donde estará mañana sin embargo es justamente esta observación la que me hace dudar de que en realidad sea así. No, definitivamente nada está en el mismo lugar ni la luz es la misma. Incluso puedo decir que la luz no está ocurriendo ahora, sino que ocurrió hace ocho minutos... ¿ocho minutos? Ete aquí que es este tipo de cosas, es decir, la conciencia, la que hace que nada sea lo que parece y todo sea pues lo que es.

En mi paseo hay un camino de luz anaranjada y piedras pequeñas. Hay un dulce rumor de pinos y un cielo inmenso. Tu paseas a mi lado en silencio y escucho tus pisadas. Tu sonrisa te delata descubierta en la tarde aunque eso no importa, porque enseguida te haces eterna como la luz que se refleja en tu piel. Tu piel es de color de atardecer, y tus ojos contienen las pocas nubes que adornan el firmamento. Nuestras pisadas se convierten en el diálogo entre los dos. Yo siento inmensas ganas de decirte lo feliz que soy en ese instante, pero... ¿y si en lugar de eso hiciera algo para demostrártelo? Decírtelo ya es algo pero... Decido entonces callar, te miro y sonrio y espero a que suceda algo ¿Lo sabrás ya sin que te lo diga? Lo que sucede es que ese instante desaparece y enseguida viene otro. Ese otro es aquel en el que nada tiene sentido. Descolgado de la existencia nuestros pasos son horrorosamente irreales hasta que alguno de ellos se parece a una campana que te despierta y entonces igual te cojo y te beso... ¡estamos hechos para besar! ¿no es así?