Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

29 mayo 2006

El juego de los abalorios

Se me ha ocurrido titular así estas palabras que aún no saben ni tan siquiera que dibujo van a trazar, si es que llegan a ser un dibujo de algo, porque creo que en el fondo puede haber algo de ese juego en lo que quiero (siento) tratar de decir. El título hace referencia a uno novela de Hermann Hesse donde se juega a un juego muy singular, un juego para el espíritu humano, entendida esta palabra en toda la amplitud de significado que pueda reunir el sentido que le atribuyen muchas culturas y durante distantas épocas de la historia, un juego como digo donde a su vez se aglutinan todos los saberes posibles y todas las ciencias del mundo. El juego en sí es muy abstracto, un puro goce intelectual y sensitivo y sirve en la novela para hablarnos de un crecimiento espiritual que, por amplio que sea nunca escapa a suceder de la vida. Dicho de otra manera, por muy sabio que seas la vida es algo que sucede mientras la estas viviendo, no en tus ideas o abstracciones y todo puede suceder en ese trance.
Y ahora, habiendo explicado un poco la elección del título paso a hablar de lo que quiero (siento). ¿Cuantas cosas seremos? ¿Cuantas cosas llevo dentro de mí para sentirme ahora conforme me siento? Toda la vida está con nosotros a cada instante y no somos conscientes de ello. Conmigo, aquí y ahora está mi infancia, mi adolescencia, mi juventud, mi aprendizaje... todo... y lo que siento y mi estado de ánimo es el resultado de todo ello de alguna manera. Cuando digo que está todo, naturalmente no me refiero a que esté todo como en el archivador de una biblioteca, noo, está todo en esencia, los pasos más definitorios y los puentes tendidos más claros a lo largo de mi vida. Mi percepción de las relaciones amorosas, me relación con el trabajo, con la sociedad, con mis propios pensamientos y sentimientos... soy un producto de todo este tiempo...viviendo...el tiempo se ha ido posando en mí, ha ido modelándome y con mis elecciones y mi adquisición de hábitos y costumbres yo, de alguna manera le he ido ayudando. En mitad de todo ese caudal de cosas que me hacen, sin duda alguna me siento muy incapaz de tratar de encontrar una verdad, una lucecita que me indique al menos un tiempo cual es el camino a seguir en medio de todo este desfile interminable. Una intuición, una sensación, una emoción e incluso una razón pueden ser mis guías... pero me seguiré preguntando... ¿y de dónde surge ese algo que me ayuda a seguir y decidir? ¿Será una correspondencia con algún placer, con algún bien aprendido en la sociedad, con algún ideal o sueño inculcado, con alguna meta ya pautada? Sin duda el placer parece una buena guía, ¡nada como sentirte bien contigo mismo para saber que lo que estás haciendo es bueno! ¿verdad?... pero... ¿y cuándo no sentimos ese placer? ¿y cuándo no sabemos cual es? ¿y cuando sencillamente estamos obligados a hacer otras cosas que en absoluto nos reportan placer? Y lo que tampoco vale, es que siempre se esté tratando de buscar placer. Por otra parte, ¿sabemos lo que es placentero? ¿Qué nos hace sentir placer? ¿Qué es bueno para nosotros? Pero yo realmente quería hablar de otras cosas... curiosamente quería hablar del amor o mejor dicho, de la fantasía del amor romántico, del corazón acunado en la soledad de su castillo esperando otra soledad semejante a la suya. ¿Y por qué soledad? ¿Qué condición hace de nosotros seres solitarios? Llevamos en nuestro interior discursos extraños a los oídos de la gente, se nos hace difícil entablar un lazo, una relación, una importancia vital entre los seres, aunque sea de palabras (¡aunque nada menos!) ¿Por qué? ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué esa distancia de la gente y del mundo, por qué esa exigencia a la vida, esa altivez, esa distinción, esa falta de aceptación y conformismo, esa falta de humildad, de sumisión, de miseria a veces y de mediocridad? ¿Por qué la altanería, la excepción, los aires de grandeza, el sentirnos quizá como algo extraño, especial y único? ¿Qué queremos, qué vamos buscando? Ya lo decía Nietzsche, "la regla es siempre más interesante que la excepción, qué yo, que soy la excepción". En efecto, a Nietzsche le interesaba más lo que no era él, la regla, esa es la condición de la excepción... ser excepción queriendo ser regla o amando a la regla, siendo de una manera y amando el ser de otra. Posiblemente él lo amara todo, como también lo odiara todo. ¿Qué tiene de bueno el amor romántico? ¿Por qué tenemos que soñar con el amor? ¿Por qué fantaseamos, vivimos de sueños? ¿Será cierto eso de que los sueños enrriquecen la realidad? ¿Es por eso que soñamos, para hacer la realidad más llevadera, más intereante? Somos una contradicción, razón y sueño, todo en uno, todo en todo.