Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

21 diciembre 2006

Escribir sin más...

Me pongo a contar algo, a dibujar en el aire, a trazar señales de algo vivo, indicios de ser, de estar en el mundo. No tengo otra cosa, no me queda otra cosa. Siento que todo empieza aquí, en el hecho de ser, de sentir que se está vivo, presente en la existencia enigmática y misteriosa de todo. Pero también siento que esto no es más que el principio, que de ningún modo puede ser lo único, que tras él necesitamos todos los disfraces del mundo, todas las ilusiones, todas las construcciones imaginiras que queramos inventar. He dicho necesitamos, pero no estoy seguro de que sea así. La vida se reviste de mil capas diferentes que pueden no dejarnos ver o hacernos ver tan sólo algunas de esas capas sin alcanzar la esencia, la misma vida desnuda y descubierta, raiz de todo.
Me siento a escribir y yo mismo veo con emoción que habrá algún motivo por el que yo esté aquí escribiendo, y por ende viviendo. Vengo congratuladamente espoleado por Jodorowsky, sintiendo el renacer de tantas cosas dentro de mi, volviendo a sentir el ímpetu de contarme a mi mismo, de contar mi vida, esa pequeña molécula de la energía cósmica que somos cada uno de nosotros, ese zambullirse en las entrañas de toda la vida, más allá del tiempo y del espacio, más allá de la lenta, torpe y desconfiada razón materialista, en un salto total hacia la poesía, hacia la esencia misma de la comprensión íntima de todo (sentir la convicción íntima) como en una epifanía, en una certidumbre súbita de algo, que no es sino un sentimiento, una emoción, un reflejo de nuestra propia capacidad de gozar. La energía del universo (la vida) quizá esté solo con ese fin.
Desde mi adolescencia que me acompaña ese misticismo trascendental que me hace sentir parte de todo. Siempre he tenido la capacidad de salirme de las situaciones, de abstraer un momento para viajar al sentido íntimo de todo. ¿Es posible que esto se debiera en general a mi falta de disposiciónn (en relación a los demas) con respecto a las relaciones sociales. Estar en relación con Dios, con la supraconciencia, con la naturaleza, con el arte, con la idea, con la abstracción... es en cierto modo como una forma de relación con la vida misma, con el hecho mismo de estar vivo, pero también con la vida de los demás. ¿Qué nos llevó a apartarnos de los demás para fomentar ese diálogo-monólogo con el hecho de estar viviendo? ¿Se dió un rechazo? ¿Acaso no queríamos ser como los demás y tratábamos de ser de otra forma? ... y si fuera así... ¿por qué querríamos evitar ser como los demás? ¿Qué veíamos nosotros en los demás?
Me hago todas estas preguntas reflexionando si hay algo de todo eso en mi experiencia, pero lo cierto es que el recuerdo de mi primer alejamiento de los demás está marcado por una falta de voluntad y la presencia de una forma de ser extraña en mi que a mi mismo me era incómoda e incomprensible. Me sucedió algo que, en principio, por serme incómodo y desasosegador yo no quería. Me sucedió simplemente, de pronto, no saber jugar con los otros niños, haber perdido la espontaneidad para jugar, para dejarme ir en el juego, para fluir en él, para no sentir que estaba jugando, sino estar jugando simplemente. Fue como salir de pronto del escenario y comprender que había estado siendo un actor hasta entonces (yo quería seguir siéndolo) y al ocurrirme ello me quedé desnudo ante el público y los demás intérpretes, que, parecer ser, por indicaciones de la obra, naturalmente se pusieron a reise de mi y a burlarse. La obra continuaba conmigo, pero yo ya no sabía que hacer ni como actuar. Todos estos años no he hecho otra cosa que encontrar huecos y rincones que no estubieran a la vista del público, del escenario, para creer que yo tenía un espacio propio ajeno a aquel espectáculo. He visto que esto también es una ilusión. Me he preguntado, ¿y quién es el público?... pues los otros actores, a veces un Dios deterninado, la sociedad, las leyes, la moral... todo aquello que dicta un papel, que genera modelos de conducta. Pero comprendí después que no se puede bajar del escenario, que toda la vida es un teatro, como dijo Calderón... que aunque nos sintamos fuera estamos bien adentro y somos nada más que un actor más. Ahora bien... el director... ¿dónde está el director?... ahí sí que hay un hueco, el vacio esperado para quienes se sienten más allá del teatro... el director es un mismo... y uno mismo puede dirigir su vida (y algunos incluso la de los demás) De hecho todo el teatro está lleno de directores (todos son directores en potencia) Ya hemos citado a algunos, las leyes, la moral, la sociedad, la familia, la escuela... Todo eso puede cumplir el papel de director. Ahora bien, lo interesante para quienes se siente fuera de la representación es que ellos mismos pueden ser sus directores, ellos mismos pueden ponerse las pautas de su interpretación y crearse el personaje que quieran para la obra de su vida. Es por esto que uno ha de darse cuenta de la imposibilidad de salir del teatro, es decir, no se le puede rechazar, más aún, se le ha de amar, se ha de querer la representación (pues es nuestra naturaleza a la postre) se han de amar los disfraces, pero a la vez que esto es así uno no ha de olvidar nunca que el director ha de ser él mismo. En todo aprendizaje podrá ponerse bajo la dirección de algún otro actor-director que le motive para su propia realización, pero llegado un momento él tendrá que empezar a dirigir sus obras. Y en la dirección es imposible, como en el aprendizaje, no relacionarse con otros directores y convertirse en directores a su vez de ellos y en actores de estos. Bueno... ya mucho hemos desgastado la metáfora teatral.
Aunque me digo todo esto en verdad me siento lejano en general de la gente. A veces siento que capto la ensencia de algo que les sucede y me siento muy cerca, pero en general me resultan la mayoría extraños e incomprensibles. Sé bien que esto es una ilusión que sufro, sé también que todo es mucho más sencillo de lo que parece... pero creo que necesito vivir, experimentar, estar con contaco directo con las personas para aprender algo de ellas. También he de aprender a aprender, a realizar esto que digo verdaderamente. Ser actor para estar cerca, para recibir y ser director para dar, para agradecer.