Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

22 diciembre 2006

Sobre el Cine

El cine es el arte de las apariencias por excelencia. Ningún otro arte se nutre tanto de la inmediatez de las cosas como él, del aparecer de las cosas delante de nosotros. Esto es así en su naturaleza más primitiva (evidentemente el cine y todas sus facetas está tan elaborado y resulta tan artificial como cualquier otro arte) Pero en su esencia mismo (en su base más primitiva) pervive pese a todo el hecho de atrapar las cosas tal y como se nos aparecen a los sentidos de forma inmediata. Incluso tiene una propiedad totalmente extraña a la experiencia humana y es el hecho de ver sin conciencia, sin cerebro, sin espíritu, sin personalidad, sin ser. Las imagénes captadas que nosotros vemos han pasado por la neutralidad de un dispositivo mecánico que lo único que hace es captar las cosas tal y como aparecen delante suyo (imitando las condiciones de recepción del ojo humano en tanto que aparato visual) Esa parte pretendidamente objetiva del cine (de las imágenes) son las que conforman los noticiarios y las imágenes que se dicen documentales o testimoniales. De hecho, en cierto modo, toda imagen, aparte de incluir lecturas narrativas, simbólicas, metafóricas, sensoriales, etc se pueden leer en clave de documento, de testimonio de un estado de las cosas en un momento determinado en el que ocurrió la filmación.
Siendo así, se podría decir que la cámara lo capta todo, más allá de toda previsión y de todo control del cineasta o de quien quiera que utilice, manipule o difunda esas imágenes. En las imágenes está todo... se perciba o no se perciba ese todo. ¿Quién ha de percibirlo? Evidentemente no solo el director, también y fundamentalmente los espectadores.
Pero insistiré en lo que quiero decir cuando afirmo que en la imagen lo está todo. Está todo en potencia, en estado de surgimiento, apunto de desprenderse hacia la conciencia o la inconsciencia de quienes las atrapan, haciéndolas infinitamente repetibles atrapadas en celuloide o en cinta magnética. Cuando filmamos y tenemos en cuenta el tipo de luz, su color, su intensidad, las sombras, la composición, la textura visual, el ambiente general, el ángulo, el rítmo interno, los movimientos etc etc (las infinitas consideraciones que se pueden tener en cuenta a la hora de atrapar las apariencias de la realidad, caótica y vasta) cuando captados todo eso, más allá de nuestra capacidad de control de lo que captados y queremos captar, más allá incluso de nuestra experiencia y nuestra intuición (que pueden considerar de forma sintética e inmediata la infinidad de elemetos a tener en cuenta) más allá de todo eso como digo, siempre se capta algo más de lo que se pretendía o se iba buscando. Aquello que se capta es el hecho de estar captando las apariencias de la vida misma. Esto nos lleva a darnos cuenta de que, evidentemente todo arte se relaciona con la vida (el misterio de la vida) y que en consecuencia, todo arte reviste ese aspecto de profundización y reflexión sobre el hecho de la vida, de reflejo de ésta, de conciencia de ésta y de su gran misterio. Y el cine tiene un modo particular de adentrarse en ese misterio por lo que a sus capacidades se refiere. Yo le llamo el cine de la revelación, el arte de la revelación... y fuera de este cine no existe el arte cinematográfico. Muchas películas se confeccionan desde la repetición una y otra vez de modos cinematográficos ya utilizados y que han causado por lo general buenas impresiones entre el público. Lo que en los orígenes y en la clasicismo cinematográfico (hasta los años 50) era novedoso, intenso, excitante, impactante, espectacular, emocionante, fascinante y revelador (nos mostraba una forma nueva de ver la realidad y las cosas) a partir de ese momento y en adelante se convierte en recurrrente, imitativo, repetitivo, insistente, vacío, esquemático, sin vida, alienante, embrutecedor, distraído... etc. Únicamente volviendo a las obras primeras, a las originales, aquellas obras que sí nos hablan de un punto de vista nuevo, vivo, revelador, desconocido hasta entonces y fijándonos en ellas para entender cual ha de ser nuestro punto de partida, cual es el compromiso de tod obra con el original de sí misma (que es la realidad y la personalidad del equipo que reailza la película, sobre todo el director) únicamente de ese modo podremos generar obras vivas, vibrantes, intensas, articuladas, que susciten pensamentos, sensaciones, vida al fin y al cabo (pues este tipo de obras son como seres vivos, tiene una compleja biología dentro de sí y en relación con quien las ve) Producen una simbiosis con el espactador y con su vida íntima (la parte de sí en la totalidad de la existencia) de manera que la obra posee la vida del especador y por eso está viva con él.
¿Cómo podemos seguir suscitando el misterio de la vida? Ese misterio está contenido en cada una de esas películas, en cada cual a su modo pero con puntos de conexión. ¿De dónde bebieron ellas? De otras películas, de libros, del teatro, de la música, de la pintura, de la experiencia directa con la vida... ¿Cómo podemos volver a suscitar ese misterio para continuar filmando? ¿Cuales son ahora las condiciones que pueden suscitar ese misterio? ¿Se ha trasformado la vida? ¿Ha cambiado? ¿Quedan aún formas para suscitarlo de nuevo?
El misterio no se provoca, el misterio no se dice, no se conoce... únicamente se manifiesta, se muestra, se revela cuando él quiere... y tú lo percibes o no, lo intuyes o no... estás ahí para captar algo de él o no... en caso de que creas en él y quieras verlo.