Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

04 junio 2006

Crítica. El Liquidador. Atom Agoyan.

¿Qué es aquello que en una película hace que entiendas las situaciones, las emociones, los contextos... todo lo puede mostrarse y ocurrir delante de ti y que tu puedes intermpretar como de tu mismo mundo? ¿Dónde está el límite sobre el distanciamiento y la exrañeza con respecto a las cosas que aparecen en pantalla, a los mundos mostrados? ¿Dónde estás el diálogo con el expectador del propio realizador? ¿Qué tipo de diálogo es éste, qué pretende? En esta película de Átom Egoyam, como en otras que he visto de él, el director se afana en distanciarnos (hacernos extrañas) las situaciones y los comportamientos de sus personajes, de las personas de la película. Son psicologías desconocidas, a veces en el extremo o que se dirigen a él, ambíguas morálmente, con toques de excentricidad, deformidad e incluso monstruosidad. Además, todo este distanciamiento, el director trata de ajustarlo formalmente a la estética y el suceder de la película para que ésta sea indisociable de aquel, para que el tratamiento y aquello de lo que se nos quiere hablar no tenga escapatoria el uno del otro. El problema surge con el de la identificación. Es una cine que demanda un aperturismo al conocimiento de lo ajeno, de lo otro (lo extraño), pero lo hace desde una composición milimetrada al detalle, perfectamente compuesta y calculada que en algunos momentos roza el forzamiento y en otros las posibles lecturas metalingüísticas. Es una condición del especador pero dirigida de forma artificial, sin naturalidad o sin proximidad. Son mundos ajenos mostrados con distanciamiento, con extrañeza.