Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

05 julio 2006

Crítica. El amor después del medio día. Eric Rohmer.

Un deseo de prolongar la juventud habiendo ya colmado y decidido la vida, como él mismo expresa, una situación que le agobia. Y ese deseo (la imagen de la juventud), esa huida de la vida que asume, de la imagen que la sociedad ha dibujado frente así y que él ha aceptado, viene a apartarle de aquello que tiene y ha hecho pero que no sabe ver. La misma imagen familiar viene en su ayuda, ese juego de niños, de disfraces y monstruos, ese gesto paternal, justo en el instante en que se ha convertido en un gesto (mecánico) de la entrega al deseo de juventud.
Aceptamos y nos acostumbramos, creemos controlarlo todo, ser más inteligentes que la vida, tenerlo todo previsto, poder soñar y decírnoslo todo. Pero nuestras acciones demandan su parte. ¿Era el personaje un soñador? Sin duda, sólo fantaseaba, desde su amuleto todopoderoso. ¿Acaso el amor no es sueño? Y más allá de esa fantasía, ¿qué queda? Los sentimientos y las necesidades de las personas, sus sufrimientos, su soledad, su miseria y su incapacidad de amar o soñar.
Nos pesan las acciones.