Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

04 julio 2006

Vida y muerte del azar

Las agendas y los organigramas humanos de todo tipo, con sus evoluciones y sus ciclos, todo lo que se puede esperar y lo conocido, todo lo que hemos aprendido de previsible e imaginable, todo ello vive y se sustenta en el azar, en el caos y en la imprevisibilidad.
Estar es tan fortuito como no estar o desaparecer y las condiciones para una situación o para otra son incontrolables e impredecibles en sí mismas.
Un profesor que tuve en el instituto ( de filosofía ), a raíz de la muerte accidental de un compañero de nuestro curso, expuso que en cierto modo era bueno que tuviéramos la muerte presente y que la ausencia de nuestro compañero podía hacernos entender en algún grado la cotidianidad de la muerte. Recuerdo que me rebelé entonces a todas aquellas palabras y que no quise admitir en ese momento el hecho de habituarse a la muerte y por así decir, hacer el dolor, la tristeza, la incomprensión, el absurdo... un poco menos dramático, algo más llevadero, algo más pragmático. No entendí entonces lo que trataba de hacernos ver aquella persona.
La muerte, como la vida, no ha sido siempre entendida, vista y desarrollada de la misma manera a lo largo de la historia y en diferentes lugares, esto es fácil de imaginar. Sin embargo, no resulta tan fácil tener una visión personal de estos dos hechos, al margen de toda una serie de condicionantes sociales y culturales. La actitud social acaba arrastrando nuestras formas de conducta y de sentir. Los niños, en general están más libres de las poses sociales de cara a este tipo de condicionantes metafísicos sencillamente porque todavía no las han aprendido del todo.
Ahora bien, ¿cómo aprendemos el dolor que produce la muerte? ¿cómo aprendemos a su vez su contrapartida que podría ser el placer? ¿Existe algo en nuestra naturaleza que determine ese aprendizaje? Sin duda nuestro cuerpo y nuestras sensaciones son la base del aprendizaje tanto del dolor como del placer. A partir de esas sensaciones se empieza a generar en cada uno de nosotros toda una psicología de las sensaciones, todo un entramado complejísimo de aprendizajes quizá con unos cuantos aprioris que configuran la posterior recepción de sensaciones nuevas y que transforman nuestra reacción y nuestro comportamiento cada vez.
Habrá muchos contextos diferentes, seguro, pero en general, en la cultura occidental del bienestar, la muerte y el placer son temas casi siempre tabúes ( o lo que es lo mismo, llenos de tópicos y recurrencias conocidas y aceptadas, siempre superficiales y que ocultan tras de sí la naturaleza de esa sociedad )
Los tabúes eran la forma de vida primordial de las civilizaciones más antiguas. Normas y leyes muy rígidas, prejuicios y preconcepciones que no permitían la manifestación de un pensamiento personal o divergente a las costumbres del resto de la sociedad.
Viendo nuestro estado de civilización, con la cantidad de avances en tantas cosas que permiten que millones de personas coman, tengan casa ( ¡ aunque eso no es tan fácil en la coyuntura de este país ! ) luz, agua corriente y todo lo que de ahí se pueda derivar. ¿ Se puede decir que caben también las infinitas posibilidades de vida que tantos millones de personas pueden generar ? Dicho más esencialmente; después de tantos avances, ¿ somos más libres para vivir conforme queramos vivir ?
La libertad no es algo que te da la sociedad (ésta en general trata de coartarla por su propia naturaleza) la libertad es algo que ha de desear cada ser humano, cada persona y que por tanto será algo que esa misma persona haga, construya en sí misma.
Entre ayer y hoy han muerto cerca, muy cerca de nosotros 41 personas que hacían sus vidas inmersas en sus calendarios y sus agendas, inmersas en los planes que eran sus vidas. El azar, el caos y la entropía de la vida, quizá los mismos límites de ésta para nuestra sociedad de tabúes, han hecho desaparecer todos esos calendarios, todas esas previsiones, toda esa vida hecha dentro de un sistema de vida que no contempla apenas la muerte dentro de su propia vida ( salvo la muerte como negocio y bienestar material de los vivos) y que en consecuencia trajina una vida de placeres muertos, impersonales, estandarizados que nos convierte en seres miedosos e infelices, impotentes y que no saben usar su imaginación.