La Conciliación del Trapecista
Se me mezclan todas y no alcanzo a distinguir una imagen clara en ninguna. ¡ La claridad de una imagen es una fiesta, una alegría ! ¡Nada que ver con verla o entenderla... es serla o lamerla, saborearla y acariciarla, toda tus ojos ella !
En otros tiempos sabía ver o, ¡que diablos! veía con un ojo a cada vez, y ver así de claro y así de fuerte es nacer de nuevo con la mirada !
Mis tres miradas son las tres luces de la existencia. Yo quisiera, es decir, me propongo
-preferiría que ella fuera la que se lo propusiese en lugar de yo -
en mitad de algún desfiladero, cual trapecista ciego o abeja de invierno, conciliar las tres miradas en una
-¡que sé yo que ha de ser posible, más aún, estoy convencido de que ninguna existiría sin la otra, bien entendidas !-
hacerlas bailar bajo una misma melodía - tal vez la de alguna de ellas mismo - o al menos llevarlas de la mano por un ratito y que por ese momento desfilen juntas en compañía de alguna categoría narrativa.
Si me llenara de alguna de ellas por completo ni me propondría tratar de conciliarlas.
Las tres luces son:
la vida o la realidad
-la experiencia directa del mundo-
el pensamento, la filosofía y la ciencia
-el pensar sobre asuntos de la vida alejándonos de ésta-
la poesía
-la vida misma, sin pensarla, hecha ya pensamiento-
El trapecista vive del desfiladero, del vacio y de la cuerda. Es una carrera contra el tiempo, como la misma vida. Él tiene sus artes y sus trucos, su mucha práctica, su emoción, su pértiga, sus aplausos y sus miradas. El equilibrio es esa suerte de conciliación de las tres miradas. Se esfuerza el hombre en que pesen las tres por igual y crear así un balanza perfecta que le permita atravesar todo el hilo que se le ha dado de por medio.
A diferencia del trapecista yo quisiera pender sobre todo de la última, quizá porque me gustan más las flores que las autopistas, no lo sé a ciencia cierta.
En cualquier caso muchas más veces me he encontrado en ese eterno hueco de mirada de pan, como si llorara la existencia de tan bella que se veía, al verse ella de mi, con mis ojos la tierra, el cielo y todo, ojos por cada hierba.
Pero sufro el deseo y la necesidad de conciliación y me siento trapecista ¡ tan seguro y tan entrenado, tan practicada la muerte sobre la red ! ¡ tantas veces muerta la muerte sobre la red de la ilusión !
Seguiré viendo pues con mis tres ojos, aunque a veces me maree, deseando ser raptado a cada instante por ese ojo que me mira desde otros ojos y otras voces, otras palabras y otros sonidos, otros rostros y otras manos.
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