Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

11 junio 2006

Entender es crear, bien entendido.

Entender no es aceptar, si no aquello que puede ir después, el hacer nuestro, como propio, aquello que nos proponen. Y el hacer nuestro es empezar a construir con ello, pues de nada sirve el conocer sin el crear. ¿Y qué es crear? Tal vez si quiera el gozar mismo de algo, la alquímia y química indescriptible y laberíntica de una sensación gozosa que es como una corona que nos ponemos, un alcanzar la luz de la existencia. El discurso se ha perdido en la lógica clara y sin concesiones, tan hermética como una mano redonda que sujeta a un pájaro prisionero. No hay discurso en la poesía más que por si misma, es decir, por todo aquello que la hace posible, en su maternidad y su paternidad. Vivímos más allá de la lógica y la lógica es el camino de un cierto juego, de una cierta necesidad de caminar sin que nos despeguemos del suelo (la rampa). La analógica existencia nos impele al miedo de la lógica. Como su propia etimología nos indica es la lógica al revés, la analógica. ¿Qué hay del caos en el mundo, de la muerte y la felicidad a un tiempo, de todo aquello que inunda a los animales todos, a todos aquellos cienpies que de pronto se paran a pensar en su caminar y olvidan como continuar con él? ¿Qué hay de la manifestación inexplicable de las cosas y los pensamientos, de esa vida analógica del beso y de la caricia, del aire que golpea las ventanas y de la luna colgada en la noche? Toda voz esa voz, tan callada y tan cálida como la cebada meciéndose en el més de mayo en la llanura castellana. No tiene más sentido que el sentido mismo que la funda y que la crea, que la mece y que la da. La existencia misma es toda su poesía y el tiempo es la extraña contradicción de una poesía analógica, es decir, bisceral, consciente, que se canta así misma en ella y en las cosas, pues ella lo es todo, la tristeza de no ser más que un espejo, que una soledad que anhela a Dios, al otro, al padre y al a madre, a sí misma como otro, a todos los padres y todas las madres que son todas las cosas del mundo, que son ella misma, partes todas de su filiación.