Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

21 junio 2006

Jugar al juego juego

Reza una canción este título, con el aliento enchido de anhelo por la vida, hecho por el que la misma vida se torna rueda... imparable y ciega. ¡ Cuanto dolor y cuanta sed en esta palabra que se dobla, como infinito juego de espejos ! Durante mucho tiempo pensé en el sentido íntimo de ese doble juego, aunque desde el principio mismo en que la escuché entendí (comprendí y sentí) lo que trataba de decirme (acariarme) aquello. Aún ahora que me propongo escribir sobre ello sé que, por mucho que trate de explicarlo, es algo que se ha de sentir para poder ser aprehendido, interiorizado, biologizado. Lo mejor sería escuchar tan sólo la canción, incluso sin la letra, para entender (sentir) de lo que nos está hablando. Las letras ¡ sintiendolo mucho ! no son apenas nada, hay que ver que las rodea, que las envuelve, que las sostiene y las transforma, que les da sentido y fuerza... y detrás de ellas siempre hay sensaciones o psicologías irreductibles a la misma fonética.
Bien. Jugar al juego juego... Jugar..., es decir, aceptar un marco de ficción, de representación, no definitorio, que deja al márgen (en principio) un entorno mayor en donde se da el juego y que corresponde convencionalmente a lo que llamamos realidad. Así, pues, lo primero que hacemos es aceptar el juego... unas condiciones dadas determindas de juego... jugar.
El primer juego es la vida, la vida entendida como juego, normas y condiciones impuestas que irónica y dolientemente no hemos confeccionado nosotros y que (y esto es lo más importante) no nos es dado elegir. En un juego nadie puede saltarse las normas, ¡dejaría de ser un juego! no tendría sentido, es precisamente eso lo que configura al juego (naturalmente podemos idear un juego en el que las normas puedan cambiar) Lo importante aquí es que las normas del juego de la vida (como las de todo buen juego) no se pueden cambiar ni las hemos elegido nosotros y más importante aún, tampoco hemos elegido si jugar o no (esto ya está fuera de todo juego, pues en todo juego es importante la libertad de asumir jugar o no), sencillamente estamos dentro del juego. Aquí habría que preguntarse quien es consciente de ese juego o, mejor aún, ¿cómo es que nos damos cuenta o sentimos que esto es realmente un juego? Ahora bien, en el segundo juego está la trampa, la maravilla, la tristeza y la esperanza dolorosa, la sed, el anhelo inmenso, el sueño, la alegría, la libertad... Me explico... El segundo juego plantea lo siguiente: Un juego dentro de un juego, o lo que es lo mismo, la conciencia de ser un juego, de estar jugando a un juego, que sólo tiene sentido en tanto que juego, que es por ello intrascendente (y al considerarlo así nosotros mismos trascendemos el propio juego) Esa es la metafísica, la trascendentalidad del juego de la vida, un juego que es juego, que es jugar y al mismo tiempo no haber participado en sus reglas ni haber tenido la libertad de elegir jugar o no. El anhelo y la tristeza misma de la conciencia, de Dios, del vacio de la existencia.
Jugar al juego juego de la vida es jugar a un juego sin creerselo del todo, un juego al que quizá no le vemos sentido, al que no siempre queremos jugar pero del que no podemos escapar, un juego doliente del que deseamos mucho más pero ante el que estamos impotentes... un juego absurdo quizá.
Y realmente, en toda esta triesteza el anhelo de vida (juego) es inmenso.