Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

26 julio 2006

Explicar y el tiempo

Siempre he tendido a rehusar las explicaciones y últimamente parece que este hecho se está acusando más y más. Explicaré (jajaja) que quiero decir con esto. No me gusta explicar algo que al hacerlo me produce la sensación de haber sido zanjado, acabado y por así decirlo, matado. Es como si toda la importancia de la cosa se perdiera al hablar de ella de ese modo, como si se esfumase y dejase de tener importancia para nosotros. Esa sensación de ser así para siempre y para todo el mundo ¡y ya está! "¡Y ya está!" es bonito cuando hemos dejado algo sin explicar... entonces "¡y ya está!" es como la invitación absoluta al misterio. No se pueden guardar los secretos como tampoco se pueden explicar para que todos los vean o descubran. Es como si al explicar, todo el esfuerzo y toda la participación que reclaman las cosas de uno mismo de pronto ya no hubiera que hacerlo, ¡como si se asumiese que en efecto el significado de algo es algo y que por ser algo ya no atañe a quien dice ese algo, a quien lo nombra, a quien se dice a través de ese algo!. La explicación en este caso me parece algo no sólo inútil sino hasta nociva... cuanto menos un tanto triste. Las cosas que hacemos y tenemos tienen que tener una vida mayor que la explicación. Otro tipo de "explicación" sí me arrastra con ella. Cuando uno cuenta o "explica" desde uno mismo, sin afan de objetividad, con emoción, dejándose llevar más por la imaginación y no temiendo en absoluto exagerar, distorsionar, confundir, hacer complicado... todos esos prejuicios de la objetividad, todas esas precauciones y reculaciones que uno hace durante su discurso con la intención de ser supuestamente claro y objetivo y así llegar a todos por igual. En lugar de eso, "explicar" con la esencia en la punta de la lengua, con la emoción, con la apetencia extructurada de un ser que habla desde la fe en su propio discurso, en la belleza de su propio discurso, no en su objetividad o supuesta claridad, una confianza en el discurso que apela a la participación activa de quienes lo escuchan, un discuro que se siente pensado, que tiene un valor en sí mismo también y no sólo como mensaje, cuya forma es tan importante como su contenido, de ahí su belleza, un discurso consciente de su subjetividad y de su valor vital, de su involucración en el ser que lo dice. ¿Cómo explicar el suceder del tiempo? Sucede "¡y ya está!" No obstante podemos decir del tiempo que vuela, que se detiene, que se precipita, que llega, que hace, que no nos da, que nos sobra... pero nada de esto explica el tiempo... "sólo" lo vive.