Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

07 julio 2006

Tú y yo... Cósmicos

La vida, en su obviedad nos ofrece el hecho patente de ser ella misma una constante mutación, de necesitar de la mezcla, del contagio, de la transformación y de la transfiguración, de todo aquello que no es lo que uno es y que por eso mismo ha de formar parte de nosotros y hemos de relacionarnos con ello. En cierto modo se puede pensar que lo somos todo ¡y es cierto! aún asumiendo convencionalmente que somos una parte y tan solo un ser de ese todo.

Necesitamos de lo otro, del otro, de lo ajeno y de lo exterior a nosotros. Necesitamos de la transformación y de la mutación, del dolor y del placer a veces simultaneo, otras por separado uno y otro que produce ese hecho mismo de la metamorfosis, del cambio.

El ser humano, en tanto que ser simbólico vive muchas de sus mutaciones a niveles interiores sin que tengan porque apreciarse enseguida a nivel exterior (aunque siempre se produce algún cambio en la apariencia si se es buen observador). La forma de comunicar esos cambios y la lectura de los mismos puede ser algo mínimo, casi imperceptible.

Toda transformación requiere de un cierto frotamiento, de un cierto roce, de un tiempo de desgaste y de lucha, de violencia o presión amorosa, de pasión al fin y al cabo... sin esa condición de proximidad y de contacto, sin ese intento imposible de ocupar ambos el mismo espacio al mismo tiempo ninguna transformación es posible. Todo el amor surge de ahí, de un deseo irrefrenable y absoluto de hacerse y mezclarse con lo otro, con lo que está fuera y es distinto a nosotros, con lo externo y por así decirlo objetivo, que se da más allá de nuestra propia mirada, en la mirada de otros y en la existencia de todo. Y aunque pueda parecer paradójico la comunión es otro acto de deseo imparable por convertirse y fundirse en lo otro. Al fin y al cabo el objeto de deseo siempre será lo externo, el amor siempre se dirigirá a las cosas y a los seres de fuera de nosotros, es la condición de toda sensualidad, de todo contacto a través de nuestros sentidos. El mismo goce intelectual, mental, imaginario... no es sinó la recreación interna de todo lo deseado hacia fuera, que puede ser un órden, una armonía, una adecuación perfecta entre lo externo y lo interno, una comunión de nuevo, operada desde la fantasía, desde el sueño y desde el deseo más íntimo. Pero nunca así podremos quedarnos únicamente con la imaginación como tampoco serviría de nada estar constantemente experimentandolo todo sin mediación de ella. La sensualidad se crece con la imaginación y la imaginación con la sensualidad. Es el infinito crecer y mutarse de la vida, la transformación simbólica y física del ser humano.

Decía Franz Kafka precisamente que si por él fuera podría estar encerrado en un sótano escribiendo todo el tiempo, pero él mismo se decía pensando en ello: " ¡Y qué cosas escribiría entonces! ¡De qué abismo las arrancaría!". Como lectores, escritores y consumidores en general de todo tipo de manifestación artísticas podemos reflexionar sobre la naturaleza de su existencia y sobre la necesidad de que la obra opere algún tipo de cambio en nosotros o en los demás. Yo no estoy deacuerdo en que una obra debe tener una intención clara desde el principio y buscar unos fines concretos. Yo creo que toda manifestación humana, sea obra de arte o no responde en general a diversas causas y no es sencillo buscar la utilidad precisa de cada manifestación, es algo biológico. En cuanto a lo que yo considero la mayor aspiración del arte, la belleza, creo que surge por sí misma como un acto de gratificación y no busca por tanto fin alguno más que su propio sentimiento de plenitud y alegría, fiesta de la vida o conciencia de la luz. Nada de esto impide que obras muy comprometidas aspiren a la belleza, todo lo contrario.

Dicho esto, me quedaré mirando el tiempo que sea necesario como la oruga se transforma en mariposa ¡haber si aprendo algo de su capacidad para transformarse en belleza! La belleza, claro está sólo existe para el ser humano (como todo). Y aunque es una obviedad lo digo porque no resulta tan sencillo hacer lo que hace la oruga. ¡A mí me parece algo increible, una censura absoluta, una elípsis tremenda, lo invisible delante de mis ojos, lo que no se puede ver, el cambio mismo!, ¿cómo es posible? Y lo digo otra vez porque en nuestra sed por transformarnos, por liarnos y mezclarnos con lo otro, eso otro que será algo así como nuestro capullo de seda debe de hacernos más bellos, mejores, más perfectos, más... objetivos... debe de acrecentar nuestros ánsias de mutación, de transformación, de pasar a formar parte de todo, de ser absolutamente todo y de disolvernos en todo. Ese sueño, sin duda tiene mucho de místico y de trascendental, es la comunión absoluta con toda la existencia (es natural en el ser humano como ser simbólico sentirse capaz de serlo todo) y quizá puede ser esa la aspiración mayor, ¿acaso no inspira todo esto la belleza misma, la gratitud misma?

Sea como sea me basta con mi imaginación y mis sensaciones y estas entrando y saliendo hacia otras distintas a las mías como si fueran una sola imaginación y una sola sensación universal, cósmica.