MORIR EN EL PAISAJE
en los ojos rebosantes que aplastan el alma,
muero todas las tardes en la tarde.
Muero de una cierto mundo al erguir mi mirada
solitaria, que posee lo inabarcable,
el anzuelo de entre el cielo y la montaña.
Me basta su vastedad fria para matarme
y escindirme de todos los ojos y de todas las almas.
Paisajes como tumbas, silenciosas moradas del ver.
Pocos mueren en la inmensidad de sus lienzos
almas perdidas que penden de los cielos.
Ves los ojos lanzados en la lejanía
a un soplo de llegar a las frías niñas del firmamento
e intuyes que está viajando a los avernos.
Le tocas y se desprende el universo
y en el temblor el paisaje le cae de su sonrisa.
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