Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

14 julio 2006

El Montañero

Quiero escalar una o dos montañas, ir subiendo siempre, salvo algún momentaneo resvalón. No me importa la cima, sé que está muy alta o quizá sea simplemente un nuevo suelo, ¡toda cima es una frustración para mis pies que necesitan y desean ir uno por encima del otro para siempre! Una ascensión constante, sintiendo el aliento y el límite de mis fuerzas, parándome a veces a respirar el aire puro y escaso, cada vez más difícil de obtener, y mirando a mi alrededor las brumas, las nubes o los valles inmensos. A veces me gusta la proximidad y observo las hierbas que me acompañan en mi subida ¡tenaces seres que también han sentido la llamada de los cielos! Y mi montaña es la cosa más bella del mundo, un plano inclinado sobre la existencia que reta mi vertical despojándome de la llana horizontal. A veces pienso que en cierto modo escalar es como caminar en el plano pero con la dificultad añadida de arrastrar tú cuerpo un poco más pesado. Ese sobreesfuerzo, esa energía invertida en la elevación, en la experientación de un trato distinto a cada vez con la gravedad y con la atmósfera es como una mutación constante de ti, como si a cada paso fueras un ser distinto y el mismo. La mirada mismo se extraña, ¡las cosas no están en otro lugar, si no más abajo! parece que se hacen pequeños no a base de distancia sino de altura. ¿Y qué diferencia hay? me dirá alguien... pues la perspectiva... la inclinación. Y no me estoy refiriendo aquí a tener la perspectiva de Dios, a sentierme superior de quienes estan por debajo de mí y por tanto despreciarlo, ¡no, nada de eso! todo lo contrario. Cuanto más asciendo más he de apreciar la vida en su conjunto y en su concreción. Somos una acumulación, un montón, una pirámide de experiencias, una montaña de sensaciones y de vivencias, una montaña de pensamientos. Y no paramos de crecer. Nos erosionan por todos lados, van dibujando nuestra idiosincracia y nuestra orografía, pero nosotros necesitamos de erupciones y terromotos nuevos, volcanes e incandescente laba que nos queme y que se pose de nuevo en nuestras faldas y en nuestras cimas para ser una montaña nueva cada vez, la misma de siempre.
Soy una montaña y quiero ascender otras. Quizá mi montaña sea invisible para la corteza y quizá sea necesario un terromoto para que surga a la superficie terrestre.
En cualquier caso ascender ¡ascender! para mirar mejor, no por encima.