Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

28 agosto 2006

Crítica. El hombre del cráneo rasurado. Andre delvaux.


Tarkovsky, Bergman, Buñuel, Raúl Ruiz, Fassbinder, Sokurov... directores que han instroducido casi siempre en sus películas sueños, y cuya presencia como tales es fundamental y hasta definitoria de un estilo o de una intención. Se puede pensar, y muchos lo han dicho, que los sueños son una de las mejores y mas interesantes formas para llevar a las imágenes en movimiento. A propósito de su última película frustrada, La promesa de Shangai, Víctor Erice decía que se proponía con ella, "crear la escenografía de un sueño" (nos quedaremos con las ganas de saber, de momento, como ve los sueños Víctor Erice) y añadía también que en el cine, los sueños son más reales que lo que en la pantalla aparece como real. Es por ahí por donde la película de Delvaux y de otros directores se vuelve reveladora. De todas formas, muchos de los directores nombrados y otros tantos muestran una tendencia a crear sus películas de una manera que, aunque convencionalmente no podamos decir que estamos en un sueño, lo cierto es que toda la película en su conjunto nos resulta extraña, no sólo "no realista" sino con un aire raro y desconocido, inclasificable e indefinitorio. Y esto nos pone sobre la pista de algo evidente en una película y por eso mismo poco atendido en general. Se trata del tratamiento y de la impresión que se pretende crear en el espectador. ¿Cómo se crea la apariencia de realidad? ¿Qué reconocemos en la pantalla como real... a qué estamos acostumbrados cuando nos parece ver un ambiente realista en una película? Gracias a este tipo de distinciones, el autor se puede mover en el film por diferentes registros o formas de reconocimiento del especador de lo que se muestra. También estamos habituados a reconocer cuando estamos en un sueño o no dentro de una película, hay unos signos convencionales y conocidos que nos advierten de ello, incluso aunque no haya una transición clara entre un momento y otro.
El tema del reconocimiento y de los sueños es un tema fascinante porque pone de relieve toda la puesta en escena y por así decir, las formas capaces de crear sentidos y ambientes diferentes en el cine. En todo esto, la historia del cine tiene mucho que ver, ya que es en ella donde hemos aprendido a asimilar ciertas formas y sus reconocimientos. Se puede pensar que el propio medio cinematográfico tiene en sí mismo unas características que nos llevan a percibir un modo de ver la reaildad, en oposición a otros medios artísticos, cuya visión y forma de ésta es dintinta a la de estos.
Andre Delvaux se mueve, como otros grandes maestros, dentro de la dinámica de hacer de toda la película un sueño, aunque dentro de ella se puedan reconocer partes que podríamos decir pertenecen a los sueños de alguno de los personajes. Y esto es así como ocurre también con otros directores porque, para ellos, seguramente no existe una diferencia fundamental entre sueño y realidad dentro del mundo simbólico de las imágenes en movimiento. Y aunque el cine pueda ser también un modo de registro de la realidad, un testimonio de un tiempo determinado, su forma, su tratamiento, evidencia una interpretación, como la subjetividad de cada uno de nosotros. Y en la oscuridad de una sala, como decía Víctor, los sueños son más reales que la realidad.