Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

29 agosto 2006

Relato del encontrado.

La penumbra se queda quieta solo en apariencia por un lapso de tiempo imperceptible que avanza siempre hacia la oscuridad total, y no obstante así parece un frio abrazo que te atrapa por todas partes, una caricia insospechadamente templada que llega a todo menos a tus ojos. Y los sonidos humanos que se esparcen allá afuera, como historias irreconocibles de figuras apenas dibujadas. Otros más cercanos que entran y salen incontroladamente y cuyas vidas parecen hacerse por completo en la piedra de los días, como una lucidez de la menor necesidad, del cada vez más pobre alimento del espíritu. Esos tabiques de persona, a fuerza de tiempo y de una cierta calma, surgidos de la pesadilla que nos persigue en la sed de decir el mundo por la misma obligación de decirlo. Esa quietud insultante de los muebles, esa luz detenida en las telerañas del tiempo, en el olvido de la luz que entra, esa cueva de angostos cielos asfixiados que dicen consumirse en su cartón de rutina...

Y los veo entrar por mi retina, como mudas sombras de mi misma sombra, como seres parcelados en el lado de los lados, siendo yo alguien que cree distinguir las riveras.
Flotan los sonidos como lejanas esperanzas de acción, más sallá de un pensamiento que se agita. Dicen ser los sonidos de los aperos y los pasos, de los espacios que hemos de recorrer en nuestra ficción y de todos aquellos que hemos de y podemos transformar. Se trata simplemente de una cuestión de tamaño, como ocurre con las muñecas rusas, de mundos contenidos dentro de mundos y contenidos a su vez en otros. Mis pasos avanzan por espacios distintos a los que pisan, siempre imbuidos por el descubrimiento de un más allá de ellos mismos, como si se inventaran al tiempo que se dan. No me reconozco en nada, espacios robados de mí, y mis huellas se borran tan pronto que parecerían no haber sido nunca dadas.

Sobre la mesa, de pronto, me da por inventar un nuevo espacio, un nuevo ojo y al punto las cosas no son lo que parecían ser. Casi todo el tiempo tengo la impresión de caminar por un espacio seguro y conocido, aunque completamente ajeno. Quiera o no quiera, también yo me he habituado a una cierta forma del espacio. Sin embargo, las paredes siguen queriendo absorverme con la intención de convertirme en su silencio. Es ahí donde la luz y los sonidos de todo lo posible, esos que provienen de los mundos dentro de mundos, me aplasta, y me deja como si fuera una imagen plana, incapaz de tener tacto y de ser otra cosa que idea, tan plana que empiezo a asemejarme a las mismas paredes que me gritan en silencio. En ese instante soy a la vez todos los mundos proyectados en la pared blanca, con todo el poder de la luz que tiende a la tiniebla, en el abrazo frio de la penumbra y al mismo tiempo toda la incapacidad de esa luz, toda esa caricia que no sabe nunca si llega o no a las cosas. Y ya no sé ver a los seres de pared, sin luz y con toda su piedra, con sus días almacenados uno tras otro, indistingibles y sin pensanmiento. Leo y de pronto estoy en las calles de un sucio pueblucho en donde reina la humedad y la niebla y donde todo tiene tintes de negro y las palabras se suman creando mundos impensados y brotados de la una aparente nada. Entonces me pregunto, ¿dónde estoy... quién soy?... ¿acaso soy yo las mismas palabras o quizá tan sólo el papel? ¿Acaso soy la luz de los muebles o quizá uno de esos seres de pared? ¿Soy el lector inmerso en las palabras que se suman como hojas que caen en el otoño? ¿Acaso seré el que escribe...? y si es así... ¿désde donde escribo?... ¿para qué? ¿no será que soy tan sólo una palabra, o una coma, o un simple espacio? ¿unos cuantos fotonoes de luz? ¿no seré tan solo el pensamiento fugaz de uno de ese personajes que se leen, que viven leidos?

Confieso estar perdido... Oigo mi voz en el vacio y aún así no puedo distinguir que clase de realidad soy, que parte del puzle me pertenece, cual es el sentido y el órden de todo este caos y de toda esta confusión. Es por ello que lo único que me queda es continuar relatanto, no sé si mi historia o la historia de otros, no sé si una historia o simplemente una sensación dentro de ésta. Pero sigo en ello, pues sólo tengo esa forma para escuchar mi voz, que ni siquiera puedo asegurar que sea mía ya que brota muchas veces inopinadamente y son previo aviso. Sea como sea la escucho y así puedo encontrarme.