De la conciencia de ser
desnudo...
con el solo rostro que apunte a algún lugar,
en la mirada que te encuentra.
Late el último impulso de la vida contigo,
como el nuevo parto,
vuelves a nacer entre el dolor del olvido
y del no ser.
Todos los caminos te confuden ahora,
como en otras ocasiones te fascinaban y eran una sola dirección.
La claridad de un sentimiento es como un diamante
en las entrañas de la tierra.
Temes la conciencia tan inmensa que no te permita vivir
la diminutez de tu ser.
Sabes que no es cuestión de tamaño
y sin embargo te escondes de crecer demasiado
tan grande como te sientes,
tan perdido ahora.
De nuevo la mirada yerra en el espejo,
con el brillo de encontrarte demasiado encontrado otras veces.
Quieres no estar y surgir de pronto,
de la nada que es la convicción irracional de tu ser,
desconocida critura que eres más allá de ti.
Y tu conciencia que no cesa de engullir
todo lo que tu vas descubriendo vírgen,
segadora imparable de la inocencia,
madre de todas las naturalezas.
Y en el fondo sabes que esa nada
que avanza es tan ilusoria como esa madre que trae nacimientos,
que son la misma cosa.
(Quien trate de ver todo el
tiempo puede acabar no viendo nada)
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