Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

20 octubre 2006

L'amour par terre. Jacques Rivette.

Ya he vuelto de la ficción, del sueño dentro de mi cabeza, de las vivencias imaginiarias puestas en otros. Soy un revoltijo de intenciones cuyo pesar es la inquitud vaga de estar perdido entre la fantasía y la realidad, entre el dolor y la alegría.

Soñamos aquello que deseamos, que anhelamos, que queremos... ¿quién pone ahí nuestros sueños? ¿Acaso soñamos también por los otros...? ¿soñamos por todos? El sueño de la humanidad. Y si todo estuvierar ya bien, ¿por qué habría que soñar, que fantasear?

Sin embargo, en la obra hay a un tiempo representación de experiencias, sueños y síntesis de reflexiones, planteamientos y vivencias en forma de ideas, de esencias, perfumes de la inquietud y de la lucidez.

La vida hace con nosotros lo que quiere... y en mitad de eso, sólo a veces creemos hacer nosotros lo que queremos... y cuando esto ocurre pues nos sentimos dueños de la realidad, con capacidad para alterarla, hacerla, decidir en ella, cambiarla. Y es cierto que todo cambia con nosotros, pero no hacia donde podríamos haber imaginado.

Nos toca imaginar para vivir lo que nunca hubieramos supuesto. ¿Quién puede tender un hilo tan fino e invisible como el de la existencia e ir paralelo a él?

El señuelo es a la vez tres realidades. Tres historias.

El final es inesperado para el propio autor, como para todos nosotros. El final siempre muestra, sin representación, la existencia.

El guión se entierra así mismo y florece, "par terre"

Los actores que representan la realidad, que la sufren, la transforman como venganza de tanta realidad. La existencia acaba la obra. Pero ni siquiera es venganza ¡es que puede ser así!

Y jugamos al juego de los peligros y los resabios, y al juego de los símbolos y de las ideas.

Las visiones que un hombre otorga a su amante. La transformación. La película que va por dentro. Pero todo quedea demasiado simbólico quizá. Pero claro, estamos en ese terreno tan característico donde realidad, representación y forma son el propio tema... no hay nada mayor que el propio tema... todo es lo mismo.

Pero... ¿y la realidad?... la realidad es la memoria, la huella del dolor, el recuerdo inborrable, el aprendizaje, todo aquello que empuja y hace posible el presente.

La realidad puede ser repugnante... y ella es la que nos hace soñar. Y los sueños corren el peligro de convertirse en un refugio imposible que puede tornarse pesadilla.

Al final gana el gesto de la existencia inagotable y el guiño de la esencia.

¿Acompañar a la existencia con nuestro lento, penoso, lúcido, torpe, esencial... pensamiento?

Participar inevitablemente de ella, dentro, fuera y más allá de lo previsible.