Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

16 septiembre 2007

En la ciudad de Sylvia, de José Luis Guerin

¿Qué son los sueños, la fantasía, el deseo, la imaginación...?

La pintura, la literatura, la música, el cine... todas las artes han tenido siempre, aunque no exclusivamente, la capacidad y la intención de "sacarnos" de este mundo a veces demasiado real, demasiado rutinario, demasiado prosaico, demasiado pobre.

Cualquier visión del mundo, cualquier experiencia humana se construye desde el complejo entramado de la cultura y la personalidad. Pese a ello y por ello, a veces querríamos escapar de esa visión para ir al encuentro de otra vida, de otras experiencias.

He dicho muchas veces que en la vida hay que ir abriendo nuevas ventanas, que el acceso a la cultura y al conocimiento en general es fundamental para el desarrollo de la persona. Pues bien, todas esas ventanas son las que van configurando nuestro imaginario y nuestro sentir, las que pueden hacer cambiar el curso de las cosas, nuestras opciones y nuestra vida.

No sé de donde surge ni cual es el sentido de esa capacidad humana de favular, de imaginar, de soñar, de desear, de proyectar, de fantasear... en el fondo creo que todos podemos intuirlo. En la vida cotidiana conocemos diferentes grados de experiencia de esa capacidad. Los sueños nocturnos, las emociones sentidas, las espectativas, las propias obras de arte que nos sumergen en la ilusión de la represetación de la vida y de nuestros deseos, los juegos...

Hoy he soñado que iba con un amigo por las calles de un pueblo en ruinas que estaba en lo alto de un cerro. El lugar me recordaba al pueblo de mi padre, en el que pasé largos momentos de mi infancia. Pues bien, caminando por allí con mi amigo, le confieso a éste que la película En la ciudad de Sylvia me ha causado tanta impresión que preferiría que su director, José Luis Guerin
estuviera muerto para que no hiciera más películas tan arrebatadoras. Naturalmente este comentarío era simplemente una broma por mi parte. El caso es que, al momento, en el giro de una calle, aparece Jose Luis Guerín con aspecto un tanto enfermo, como borracho. Él se muestra muy amable y simpático, pero no puede controlar su condición y va dando traspies y tambaleándose por la calle. Al poco entra en casa de una vecina de mi abuela (ahora sí que estamos en el pueblo de mi infancia) y allí, semi tumbado en un sofá comienza a sangrar por la nariz. A continuación nos enteramos de su muerte y yo siento remordimientos de haberlo deseado aunque hubiera sido en broma.

¿Qué sentido puede tener este sueño? ¿Por qué he soñado esto? ¿Es comprensible, tienen un lenguaje los sueños? ¿Quién los elabora? ¿Nuestro inconsciente? ¿Nosotros mismos? ¿Con qué fin?

Si toda obra de arte esconde el propósito de hacernos escapar de los límites que nosotros mismos acabamos poniéndonos, entonces es posible incluso que la obra misma sea el planteamiento de ese hecho.

Esto es para mi En la ciudad de Sylvia.

¿Qué puede significar un rostro?
¿qué es la atracción?
¿qué es esa sensación de deseo que parece surgir de esas facciones, de una forma de mirar, de caminar...?
¿cómo ve aquel que mira esos rostros?
¿qué pone en ellos con su mirada... qué sueños, qué anhelos, qué deseos, qué prejuicios, qué condicionantes, qué sentido...?
¿tiene algún sentido la búsqueda de unas facciones concretas?
¿qué se va persiguiendo con ello?
¿por qué esa mujer y no otra?

En la ciudad de Sylvia hay dos mundos que se tocan constantemente.
La mirada de él y todo aquello que mira.
La mirada de él pertenece a un mundo de sueños, entelequias, ideas, literaturas...
El mundo es únicamente el misterio de las apariencias sensibles.
Todo cobra vida más allá de esa apariencia gracias a la mirada "interior" de él. Sin esa mirada todo queda vacío de sentido, ya no hay búsqueda, ni memoria, ni deseo, ni sueño...

¿Qué puede surgir entre ambos?

¿Qué sentido tienen una y otra parte?

La realidad se deja filmar y entra en el juego, ella misma se va transformando en la mirada que la mira.

Le reprocho a la película la excesiva distancia que hay entre la mirada y las cosas que mira.

Es fascinante dar vida así a las cosas, pero también las mata en exceso por ello y del mismo modo se aisla demasiado a los sueños quedando éstos sin poder suficiente para cambiarla.

Al final todo se pierde en las infinitas posibilidades de una hoja en blanco y de una calle con railes donde todos los cruces son posibles. De nuevo entre la realidad y el sueño.