Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

22 junio 2006

Ser.

Los disfraces y la esquizofrenia,
el gotear de los días en las raices,
miradas estrábicas y prismáticas,
miradas de araña.
La ansiedad de serlo todo...
la sabiduría de un sola cosa, de un solo ser.
Hay que aprender a crecer como un árbol
y a su vez vivir como una oruga o como el agua.
Hay que saber saber y saberse ignorante.
Hay que saber solo un brazo, o una mano,
no el cuerpo entero y sintirlo todo no obstante.
Hay que ser pequeño y grande,
quieto e imparable.

21 junio 2006

Jugar al juego juego

Reza una canción este título, con el aliento enchido de anhelo por la vida, hecho por el que la misma vida se torna rueda... imparable y ciega. ¡ Cuanto dolor y cuanta sed en esta palabra que se dobla, como infinito juego de espejos ! Durante mucho tiempo pensé en el sentido íntimo de ese doble juego, aunque desde el principio mismo en que la escuché entendí (comprendí y sentí) lo que trataba de decirme (acariarme) aquello. Aún ahora que me propongo escribir sobre ello sé que, por mucho que trate de explicarlo, es algo que se ha de sentir para poder ser aprehendido, interiorizado, biologizado. Lo mejor sería escuchar tan sólo la canción, incluso sin la letra, para entender (sentir) de lo que nos está hablando. Las letras ¡ sintiendolo mucho ! no son apenas nada, hay que ver que las rodea, que las envuelve, que las sostiene y las transforma, que les da sentido y fuerza... y detrás de ellas siempre hay sensaciones o psicologías irreductibles a la misma fonética.
Bien. Jugar al juego juego... Jugar..., es decir, aceptar un marco de ficción, de representación, no definitorio, que deja al márgen (en principio) un entorno mayor en donde se da el juego y que corresponde convencionalmente a lo que llamamos realidad. Así, pues, lo primero que hacemos es aceptar el juego... unas condiciones dadas determindas de juego... jugar.
El primer juego es la vida, la vida entendida como juego, normas y condiciones impuestas que irónica y dolientemente no hemos confeccionado nosotros y que (y esto es lo más importante) no nos es dado elegir. En un juego nadie puede saltarse las normas, ¡dejaría de ser un juego! no tendría sentido, es precisamente eso lo que configura al juego (naturalmente podemos idear un juego en el que las normas puedan cambiar) Lo importante aquí es que las normas del juego de la vida (como las de todo buen juego) no se pueden cambiar ni las hemos elegido nosotros y más importante aún, tampoco hemos elegido si jugar o no (esto ya está fuera de todo juego, pues en todo juego es importante la libertad de asumir jugar o no), sencillamente estamos dentro del juego. Aquí habría que preguntarse quien es consciente de ese juego o, mejor aún, ¿cómo es que nos damos cuenta o sentimos que esto es realmente un juego? Ahora bien, en el segundo juego está la trampa, la maravilla, la tristeza y la esperanza dolorosa, la sed, el anhelo inmenso, el sueño, la alegría, la libertad... Me explico... El segundo juego plantea lo siguiente: Un juego dentro de un juego, o lo que es lo mismo, la conciencia de ser un juego, de estar jugando a un juego, que sólo tiene sentido en tanto que juego, que es por ello intrascendente (y al considerarlo así nosotros mismos trascendemos el propio juego) Esa es la metafísica, la trascendentalidad del juego de la vida, un juego que es juego, que es jugar y al mismo tiempo no haber participado en sus reglas ni haber tenido la libertad de elegir jugar o no. El anhelo y la tristeza misma de la conciencia, de Dios, del vacio de la existencia.
Jugar al juego juego de la vida es jugar a un juego sin creerselo del todo, un juego al que quizá no le vemos sentido, al que no siempre queremos jugar pero del que no podemos escapar, un juego doliente del que deseamos mucho más pero ante el que estamos impotentes... un juego absurdo quizá.
Y realmente, en toda esta triesteza el anhelo de vida (juego) es inmenso.

20 junio 2006

Crítica. Tropical Malady

Cuando la realidad inmediata y cercana, documental, deja paso a la narración, a la leyenda, al mito y a la metáfora, entonces es cuando el propio cine se vuelve el protagonista de la historia ¿Y qué es el cine? pues otra vez la realidad atrapada en la luz, pero reconstruida como un sueño. Que lejos queda la selva para el grupo de soldados que se fotografían junto a un cadaver. Que cerca está la selva en la soledad de un solado cuyo amor le espera en la ciudad sin saber nada, ni de ella ni de él. Nosotros hemos estado en la noche, en las pinturas que nos cuentan las leyendas, en la visión quieta y tensa del miedo y de la muerte, entre la realidad y el sueño.

14 junio 2006

Poema

¿Dónde estoy en mitad de ti?
¿Quién soy si voy buscándome?
¿Qué hayaré si quiero encontrarte?
Desdichado buscador que sólo
encuentra interrogantes.

11 junio 2006

Entender es crear, bien entendido.

Entender no es aceptar, si no aquello que puede ir después, el hacer nuestro, como propio, aquello que nos proponen. Y el hacer nuestro es empezar a construir con ello, pues de nada sirve el conocer sin el crear. ¿Y qué es crear? Tal vez si quiera el gozar mismo de algo, la alquímia y química indescriptible y laberíntica de una sensación gozosa que es como una corona que nos ponemos, un alcanzar la luz de la existencia. El discurso se ha perdido en la lógica clara y sin concesiones, tan hermética como una mano redonda que sujeta a un pájaro prisionero. No hay discurso en la poesía más que por si misma, es decir, por todo aquello que la hace posible, en su maternidad y su paternidad. Vivímos más allá de la lógica y la lógica es el camino de un cierto juego, de una cierta necesidad de caminar sin que nos despeguemos del suelo (la rampa). La analógica existencia nos impele al miedo de la lógica. Como su propia etimología nos indica es la lógica al revés, la analógica. ¿Qué hay del caos en el mundo, de la muerte y la felicidad a un tiempo, de todo aquello que inunda a los animales todos, a todos aquellos cienpies que de pronto se paran a pensar en su caminar y olvidan como continuar con él? ¿Qué hay de la manifestación inexplicable de las cosas y los pensamientos, de esa vida analógica del beso y de la caricia, del aire que golpea las ventanas y de la luna colgada en la noche? Toda voz esa voz, tan callada y tan cálida como la cebada meciéndose en el més de mayo en la llanura castellana. No tiene más sentido que el sentido mismo que la funda y que la crea, que la mece y que la da. La existencia misma es toda su poesía y el tiempo es la extraña contradicción de una poesía analógica, es decir, bisceral, consciente, que se canta así misma en ella y en las cosas, pues ella lo es todo, la tristeza de no ser más que un espejo, que una soledad que anhela a Dios, al otro, al padre y al a madre, a sí misma como otro, a todos los padres y todas las madres que son todas las cosas del mundo, que son ella misma, partes todas de su filiación.

04 junio 2006

Crítica. El Liquidador. Atom Agoyan.

¿Qué es aquello que en una película hace que entiendas las situaciones, las emociones, los contextos... todo lo puede mostrarse y ocurrir delante de ti y que tu puedes intermpretar como de tu mismo mundo? ¿Dónde está el límite sobre el distanciamiento y la exrañeza con respecto a las cosas que aparecen en pantalla, a los mundos mostrados? ¿Dónde estás el diálogo con el expectador del propio realizador? ¿Qué tipo de diálogo es éste, qué pretende? En esta película de Átom Egoyam, como en otras que he visto de él, el director se afana en distanciarnos (hacernos extrañas) las situaciones y los comportamientos de sus personajes, de las personas de la película. Son psicologías desconocidas, a veces en el extremo o que se dirigen a él, ambíguas morálmente, con toques de excentricidad, deformidad e incluso monstruosidad. Además, todo este distanciamiento, el director trata de ajustarlo formalmente a la estética y el suceder de la película para que ésta sea indisociable de aquel, para que el tratamiento y aquello de lo que se nos quiere hablar no tenga escapatoria el uno del otro. El problema surge con el de la identificación. Es una cine que demanda un aperturismo al conocimiento de lo ajeno, de lo otro (lo extraño), pero lo hace desde una composición milimetrada al detalle, perfectamente compuesta y calculada que en algunos momentos roza el forzamiento y en otros las posibles lecturas metalingüísticas. Es una condición del especador pero dirigida de forma artificial, sin naturalidad o sin proximidad. Son mundos ajenos mostrados con distanciamiento, con extrañeza.

02 junio 2006

Cuento.Tirar de la cuerda.

Podía ir para todos los lados, elegir el camino que quisiese, decidir el destino que más le agradara... pero eso sí... una vez tomada una decisión, debía saber que la vuelta atrás no estaba permitida, o mejor dicho, no que no lo estubiera, sino que era tan dolorosa y por así decirlo, tan humillante que a fuerza de dolor debía aprender que era la humildad... ¡y una vez se aprende lo que es la humildad... una vez se aprende eso... ya casi no hay nada que aprender... pues todo lo que resta es aprender constantemente!
Y en ese trance de pensamientos iba como loco tratando de aprender de todo lo que caía en sus manos. Pero aquí y allá, cuando escuchaba a la gente le parecía ver nada más que vida (¡nada más!) es decir, no había otra cosa que accidente y circunstancialidad, ¿qué le importaba a él la vida de la gente concreta con sus detalles, sus nombres y sus anécdotas?... no... el aprendizaje debía estar en otro lado, debía ser algo más esencial, más destilado, más profundo, menos cotidiano y banal. Sin duda en los libros estaba la respuesta. Como todo se lo hacían y en todo le servían nada tenía que hacer más que leer, a eso solo podía dedicar todo el tiempo del que disponía su vida. Así se pasaba días y días y acaba agotado y loco, nervioso y con unas ansias tremendas de poner en práctica sus saberes recién adquiridos. Y claro, en ese momento le lectura le agobiaba, "¿no puedo aprender todo el tiempo?... ¡necesito verter, hacer, compartir!" y sentía unas ganas desesperadas de salir, de ver a gente, de hablar, de mirarles a los ojos, de saber de sus anécdotas, de que ellos supieran de él, de que lo tuvieran en cuenta. Se imaginó al pobre Dios con toda su sabiduría y al que posiblemente nadie recordara ya, sólo y olvidado pese a la inmensidad de su saber, pese a los magníficos consejos y consuelos que pueda aportar, apartado por completo de la existencia. En efecto, llegó a la conclusión de que él no existía por mi mismo, sino por el otro, se deía: "¡es el otro el que hace que yo exista!" Y luego cayó en la cuenta de que dentro de sí había también un otro. Pero este descubrimiento no le hizo aminorar las tremendas ganas de huir de su aislamiento de aprendizaje.
Ya en mitad del mundo otra vez, se preguntó (¡mala suerte!) "¿cómo haré para compartir con el resto mi sabiduría?" y ensegiuda, con ingenuidad y torpeza se fue dando cuanta de que era incapaz de transmitir su saber porque sencillamente no sabía transmitirlo, o dicho de otra manera, no sabía prácticamente como hablaban aquellos con los que quería hablar. Había estado tanto tiempo leyendo y leyendo que sólo sabía el lenguaje de los libros y el lenguaje de los libros, para bien o para mal no era el lenguaje de la vida. Se sintió moribundo en ese momento y se puso más pálido que las nubes. Le entraron unas ganas tremendas de estar muerto realmente y por un instante sintió que ese era en verdad su destino. ¡Que crueldad! aprender para los demás, aprenderlo todo para servir al mundo, y finalmente ser un inútil, un perfecto y olvidado inútil. Pero, ¿quién le había dicho que tenía que hacer todo ese esfuerzo por los demás, o si quiera por él mismo? La soledad más absluta le embargó y con ella un pensamiento de locura, ¡no cabía estar más lejos de la vida de lo que él estaba! Así no podría vivir, sólo, sin nadie con quien hablar, que diera cuenta de su existencia, sin poder hacer nada por nadie. Insistía enfebrecido... pero, ¿a quien quería ayudar? ¿por quién podía hacer algo? ¿acaso no era por todo el género humano? ¿acaso no era ese su deseo desde el principio, acaso no se estaba preparando para eso? Claro... su saber era de tal manera, esencial, universal, humano, general, bueno para todos, que no cabía ayudar a alguien en concreto con ese conocimiento, a su madre, a su padre a su hermana o a sus amigos... no... eso eran problemas concretos que él no conocía, más aún, ¡que a él no le interesaban para nada! Por otro lado tampoco podía hacer mucho, eran problemas fuera de su alcance, de índole material, concreto, ¡demasiado concreto! Y él se había estado preparando para problemas universales, de todos, de cada uno de los seres humanos... pero... pero en cambio no podía darse a entender, nopodía explicarse, que lo comprendieran... y encima estaba sólo.
Como habíamos dicho al principio, tubo que aprender del dolor, aprender la humildad, aprender incluso a no prentender ayudar, a no sentirse capaz de ello y no obstante hacerlo si podía en alguna situación. Tubo que aprender a estar en las situaciones y si surgía hacer algo, pero siempre sin tirar demasiado de la cuerda.