Imagogima

Un lugar donde posar tus ojos y tus dedos, dejando lo que traigan consigo, y llevándose el resto.

29 julio 2006

S O L E D A D

En la naturaleza escucho el silencio

por eso sé que estoy solo.

Todo lo demás resulta extraño y lejano

incomprensible mundo de sonidos pautados.

Sólo ese silencio es verdaderamente real

silencio atemporal.

Escucho sonidos sin entenderlos

que tan sólo se dan y crujen en mi ser

sean cuales quieran,

sonidos de esa tramoia viva del universo.

Yo mismo y mis pensamientos

nos volvemos casi árbol, casi cartón

nos hacemos vientos y crujidos

pájaros y aullidos lejanos.

Es así como estoy solo.


Contigo nunca brota el silencio

siempre hay un ruido extraño de compañía

un sentir el pensamiento del otro todo el tiempo

como otro sonido que se da

pero que enturbia todos los otros.

Se llega a no oir el silencio

y de nuevo he de pensar los sonidos

y ya no los puedo ser

ya no puedo ser yo sonido

de nuevo he de ser pensamiento.


A veces, muy raramente

logro escuchar el silencio contigo

¡es más extraordinario todavía!

pues se trata de tu soledad y la mía

pues tu has de escucharlo también

sino yo no lo escucharía.


Entonces ocurre el milagro de la fusión.

28 julio 2006

V E N T A N A S

Son indispensables para que se produzca el viento

las corrientes

para que el aire corra, vuele, viaje, se agite...y lo mezca todo

Para que todo sea tocado

para que todo fluya

para que exista el todo mismo de todo.

Para llenar unos ojos lo suficiente

y que estos vayan vertíendose a su vez

Hacen falta ventanas para abrir ventanas

Sin vetanas nos achicamos y nuestros ojos se vuelven pared

planos, lisos y sin profundidad

tan muertos como un acto mecánico que conduce al mismo

Tantas vetanas como notas musicales

y tantas melodías como ventanas

Cada uno de nosotros es una ventana abierta a otras

ventanas al patio interior

y a inabarcables extensiones de paisaje

Hay ventanas de papel, de luz, de aire...

hay ventanas de carne y de ojos

y ventanas de músculo cardiaco

que parece que se rompen y se abren inmensas

Ventanas que se desmarcan al estallarle el paisaje en sus límites

Ventanas que se abren conforme te acercas a ellas

Todas las ventanas nos abren

así como si los ojos crecieran

Son indispensables las ventanas.

F O R M A

La vida no tiene sentido, no tiene un fin, por lo tanto es el fin en sí misma.

Pero esto se puede mal interpretar y mal entender muy fácilmente, pese a que se crea en efecto que ya se sabe.

Si la vida vale por sí misma lo valioso de la vida es la vida misma y no otra cosa.

¿Y qué es la vida misma?

¿Y qué no es la vida misma?... sería mejor preguntar.

¿Qué queremos decir cuando decimos que lo fundamental de la vida es la vida misma?

¿Qué estamos quitando de la vida en su conjunto al exigir con nuestra pregunta aquello que creemos más fundamental que nada?

Expresado de otra manera, ¿qué es más importante, la vida en sentido abstracto, general, universal, esencial... o la forma concreta en la que se da la vida?

Todo tiene vida, todo participa de la vida, de esa vida universal que lo impregna todo... y no obstante así, cada vida tiene sus propias particularidades y características, distintas las unas de las otras.

Estos temas son muy viejos, milenarios: lo universal y lo particular, la forma y el contenido, la esencia y la apariencia, lo objetivo y lo subjetivo, lo abstracto y lo concreto... palabras y matices dinstintos para suscitar una misma aparente paradoja. La paradoja del Ser.

¿Qué es lo que es?

¿Qué es ser?

Del ser también se dice como de la vida y de la existencia que todos somos, que todos vivimos, que todos existimos, pero no todos somos de igual forma, ni vivimos ni existimos de igual forma.

Parecería después de todo esto que hemos dicho, que la vida en sí misma sería más bien la vida universal y general que está en todos nosotros en lugar de la vida particular y diferente de cada uno. Pero yo me pregunto, ¿acaso la forma de manifestarse, de darse la vida (esa vida general y universal) no es precisamente ese manifestarse de la forma concreta de la vida? ¿Existe otra cosa pues que no sea la vida concreta y separada de cada uno de nosotros?

Si estamos deacuerdo con ello, es decir, si anteponemos el manifestarse y el darse (el movimiento y la sensación) a el ser y la esencia (lo estático e inmutable), podemos concluir en que la esencia de la vida es su forma, la forma en la que ésta se manifiesta por todas partes. Puede parecer una paradoja pero no lo és.

Todo es forma, más aún, lo más importante es la forma, y la forma es el sentido de todo. Nada llega sino a través de una forma y ese algo que llega está tan unido a la forma en que lo hace que la mínima alteración de ésta produce un cambio en aquello mismo que llega.

La posibilidad de transformar cualquier mensaje a otra forma distinta de darlo es la aniquilación de la particularidad, de la vida de dicho mensaje, su alteración, su mutación, su transformación... esto es un hecho absolutamente patente en todo lo que hacemos.

¿Existe la belleza en sí misma o somos nosotros quienes la creamos?

¿Todo puede ser bello?

¿No importa la forma de aquello que miramos si nosotros somos capaces de ponerle la belleza y hacerlo por tanto bello?

¿Cómo se aprende la belleza?

Cuando decimos aque algo es bello, ¿qué estamos viendo en ese algo? ¿qué clase de claridad e iluminación nos hace decir que eso es bello? ¿qué emoción estamos sintiendo?

En este punto me gusta imaginar el momento en el que se dió por primera vez (quizá en el cuerpo de un animal no hombre) la sensación consciente, placentera, contemplativa, alegre y plena de la belleza.

Consciente

Placentera

Contemplativa

Alegre

Plena

Estos podría decir que son mis prejuicios con respecto a la belleza, todo aquello que me haga sentir así diré que es bello. ¿Es la única belleza posible? No. Pero mi vida germina en esas palabras.

27 julio 2006

F L U I R

En esencia, todo es desequilibrio.

La verdad absoluta consiste en mantenerse en la cuerda pese a ello, en conseguir el equilibrio para continuar con la fuerza que, al mismo tiempo, posibilita y dificulta el equilibrio.

Si se piensa bien todo ello puede producir un cierto vértigo, señal de que el mismo pensamiento produce desequilibrio. Si se intuye en cambio, nos produce una sonrisa pequeña y grande a la vez que se abre más dentro que en nuestra boca.

Pero yo venía a hablar de los encuentros, que en el fondo, como he dicho, es lo mismo.

Si observamos la vida como un conjunto de infinitas posibilidades (lo que no deja de ser una visión que pretende un cierto control y previsión de la vida, no se sabe exactamente con que fin, si es que lo tiene) nos damos cuenta enseguida de que todas esas posibilidades no se pueden manifestar en todas aquellas cosas que producen esas mismas posibilidades a la vez... ¿o sí?... Sería un contrasentido, o dicho de otro modo, una mera consideración lógica, fácticamente imposible de realizar y por tanto nada interesante (ya que hablamos de lo posible, lo imposible es otra cosa muy distinta).

Esta perspetiva consideraría a todas las cosas por igual, como si fueran una sola cosa repetida millares y millares de veces, ya que en en principio a todas esas cosas les es posible lo que a todas las demás. Dicha consideración es evidentamente abstracta. Todas las cosas no son iguales... ¿o sí?... porque de ser iguales, entonces si que podríamos en efecto decir que el mundo es el conjunto de todas las cosas posibles en ese mundo.

Supongamos que en cierto sentido, en efecto, todo fuera igual, que en el fondo y en la esencia todo fuera desequilibrio, en la naturaleza, en el hombre, en su pensamiento... en todo.

Si es así, las infinitas posibilidades que nos ofrece el desequilibrio esencial de la existencia, vienen dadas precisamente por el equilibrio que la misma fuerza del desequilibrio genera en el mundo.

Así pues, el mundo se hace en los momentos de equilibrio que genera el desequilibrio fundamental que lo preside todo. Si nuestra verdad como seres humanos es tratar de mantenernos en un cierto equilibrio para continuar en el camino ¿cómo saber o presentir donde están y como servirnos de dichos equilibrios? Apunto antes de seguir algo que se entrevé: el hombre no genera ninguna de las dos fuerzas, ni el desequilibrio primordial ni el equilibrio del que se vale para seguir, ambas fuerzas le son ajenas, están habitando el mundo y son las sustenedoras de éste. El hombre se limita a vivir en ellas, a soportarlas siendo consustancial a ellas también y en consecuencia pudiendo alterarlas en algún grado. Pero lo imporante es que son algo ajeno a él.

¿Cómo saber entrar en el equilibrio, pues?

Para empezar, decir que en nosotros, al ser mundo también (todo es lo mismo) existen ya las dos fuerzas y que por tanto las conocemos y no vamos a la búsqueda de algo completamente extraño. Algo hay dentro de nosotros que nos permite conocer las dos fuerzas. Se puede afirmar incluso que nosotros tenemos una tendencia al equilibrio, como todo lo vivo.

No obstante, el desequilibrio lo inunda todo (y es alentador que así sea tal y como yo lo entiendo) y estamos mucho más inmersos en él que no en el equilibrio. Un símil podría ser algo así como una isla pequeña en mitad de un océano, siendo la isla el equilibrio.

La energía del desequilibrio es como una lucha o una metamorfosis entre lo vivo y lo muerto.

El fluir sucede precisamente en mitad de esas dos fuerzas. Es el punto donde se genera alteración y el movimiento, donde la vida se desplaza un poco hacia lo muerto y de nuevo vive pero de otra forma ligeramente distinta a antes del desplazamiento y eso es lo que genera movimiento (el movimiento puede ser alegría)

Habría que tener mirada de fluir.

Obviedades

....




Lo verdaderamente serio, nos produce una íntima sonrisa.




No te amo a tí, amo la vida a tu través.




Cometería todos los errores llevado por la mano de los aciertos.




Cuando lo digo, se escapa; es una forma de volver.




El mundo se da en lo imprevisible: invención




La soledad me acompaña




La energía es siempre un tránsito




Los efectos se dan antes que las causas





...

Permitirlo todo

Vamos a hacer un necesario salto de fe, un saltito hacia el centro de la intuición, como cuando nos tiramos al agua sin ver el fondo y de este modo, entender de golpe y súbitamente, en un chasquido, que hay que permitirlo todo. El amor es una de esas energías que nos dotan del impulso y el arrojo luminoso para saltar. Cuando uno comprende todo lo que mueve esa energía trata de vivir en todo momento en ella y de ella, en la sorpresa constante de lo esperado-inesperado, provocándola en su interior, captándola en todo lo que le rodea. Y esa intuición, pletórica de salud y de alegría, de la más brillante expresión viva de la naturaleza, de coronada inocencia, de sabiduría anterior a todo, como un preconocimiento, esa calmada, exitante y fluida disposición hacia todo es la rúbrica de permitirlo todo. Hay una palabra que me inunda los labios y se extiende por todo mi ser, una palabra que es uno de los actos más bellos, hermosos y emocionantes de todos los que pueda realizar el ser humano: la confianza. Esta palabra nos vuelve niños, nos hace recuperar la inocencia, nos sitúa en un estadio anterior a todo miedo y a todo trauma, nos devuelve al estado natural del hombre del que habló Rousseau, donde la vida se expresa y se despliega en su curiosidad, generosidad, solidaridad, relación, contacto... el aprendizaje que se realiza partiendo de ese estado natural es un fortalecimiento de sus propias tendencias, una búsqueda de equilibrio y sostén de sus mismos apriori. Permitirlo todo en una situación así es sencillamente natural. El origen de la sociedad es sin duda algo más complejo. Aquí sólo pretendo alentar la intuición de permirlo todo, quizá comprendida súbitamente por quienes han recorrido (quizá también necesariamente a veces) el camino de los miedos y los traumas, del dolor y de la ausencia de alegría. Pero si una sóla vez hemos comprendido esta intuición, sabemos en nuestro fuero interno que, si la perdemos, podemos volver a experimetarla en cualquier momento y esto nos pone en la pista de que somos nosotros los que podemos tratar de que nos acompañe siempre, como una disposición fluida e intuitiva. Como decía un gran escritor "un bello recuerdo de infancia puede salvar muchas vidas".

26 julio 2006

Alud

¡Que bárbara la vida de un instante inmerso absolutamente en la imaginación, que colosal, que inmensa, que desprendida y furiosa, que absoluta y titánica...! Cuando ocurre algo así somos todo el universo... el universo es a través de nosotros... todo habla por nuestra boca proviniente de un profundo abismo de vida. Todo se vuelve un presente fastuoso y extenso, sin límites ni medidas, que destierra todo tiempo, como la destilación de la energía de todo cuanto existe alrededor concentrado, un manar incontenible y ajeno, completametne fuera de tí, infinitamente más allá de tí, un hacerte tú el mundo y decirse el mundo en tí, con una boca inabarcable. Toda la vida se vuelve lejana y a la vez más pura y clara que nunca, todo clama contigo al tiempo que estás susurrando sólo. Existe con una fuerza incontenible y total aquello que sueñas, real, viva y poderosamente, con una presencia tal que nunca la ha tenido la realidad acostumbrada.
Es una invocación aboluta de la vida entera.

Explicar y el tiempo

Siempre he tendido a rehusar las explicaciones y últimamente parece que este hecho se está acusando más y más. Explicaré (jajaja) que quiero decir con esto. No me gusta explicar algo que al hacerlo me produce la sensación de haber sido zanjado, acabado y por así decirlo, matado. Es como si toda la importancia de la cosa se perdiera al hablar de ella de ese modo, como si se esfumase y dejase de tener importancia para nosotros. Esa sensación de ser así para siempre y para todo el mundo ¡y ya está! "¡Y ya está!" es bonito cuando hemos dejado algo sin explicar... entonces "¡y ya está!" es como la invitación absoluta al misterio. No se pueden guardar los secretos como tampoco se pueden explicar para que todos los vean o descubran. Es como si al explicar, todo el esfuerzo y toda la participación que reclaman las cosas de uno mismo de pronto ya no hubiera que hacerlo, ¡como si se asumiese que en efecto el significado de algo es algo y que por ser algo ya no atañe a quien dice ese algo, a quien lo nombra, a quien se dice a través de ese algo!. La explicación en este caso me parece algo no sólo inútil sino hasta nociva... cuanto menos un tanto triste. Las cosas que hacemos y tenemos tienen que tener una vida mayor que la explicación. Otro tipo de "explicación" sí me arrastra con ella. Cuando uno cuenta o "explica" desde uno mismo, sin afan de objetividad, con emoción, dejándose llevar más por la imaginación y no temiendo en absoluto exagerar, distorsionar, confundir, hacer complicado... todos esos prejuicios de la objetividad, todas esas precauciones y reculaciones que uno hace durante su discurso con la intención de ser supuestamente claro y objetivo y así llegar a todos por igual. En lugar de eso, "explicar" con la esencia en la punta de la lengua, con la emoción, con la apetencia extructurada de un ser que habla desde la fe en su propio discurso, en la belleza de su propio discurso, no en su objetividad o supuesta claridad, una confianza en el discurso que apela a la participación activa de quienes lo escuchan, un discuro que se siente pensado, que tiene un valor en sí mismo también y no sólo como mensaje, cuya forma es tan importante como su contenido, de ahí su belleza, un discurso consciente de su subjetividad y de su valor vital, de su involucración en el ser que lo dice. ¿Cómo explicar el suceder del tiempo? Sucede "¡y ya está!" No obstante podemos decir del tiempo que vuela, que se detiene, que se precipita, que llega, que hace, que no nos da, que nos sobra... pero nada de esto explica el tiempo... "sólo" lo vive.

Del Trabajo y del Ser

Somos todo aquello que va con nosotros y que por tando se da en todo momento. Todo aquello que biologizamos, que transmutamos dentro nuestro, que pasa a formar parte de la extensión viva de nosotros, todo nuestro ser. Aspiramos a ser extensión viva de lo vivo y lo vivo es sólo lo que palpita, aquello que se mueve conducido por el misterio de la vida. De nada nos sirve acumular y guardar, convertir nuestro entorno en la memoria inerte y polvorienta de las cosas, de todas aquellas cosas que realmente no forman parte de nosotros. Hay una relación fundamental, primaria y misteriosa entre el espacio de fuera y el espacio interior, una correspondencia, una relación simbólica con una presencia casi física.
Sólo el movimiento da vida a la memoria, la eterna noria, el imparable rio. Sólo lo que fluye vive y sólo lo que vive es memoria viva. Nuestro cuerpo es nuestro único y verdadero depósito, el único en el que las cosas realmente se quedan, pero tan sólo bajo la condición de no estar inmóviles, estancadas. Nuestro depósito es una pequeña balsa de riego que se inunda con el pozo, las lluvias y las nevadas pero que siempre y al mismo tiempo está vertiendo ese agua a los campos, a los secanos, las huertas y los regadios..., a todas las tierras. Ese ciclo de la naturaleza es el nuestro propio. Somos aquello que llevamos con nosotros, nuestra memoria debe ser la esencial. Cuando más intensamente vivamos cada insante más presencia viva quedará en nuestra memoria de él, consciente o inconscientemete y podrá cambiar nuestro ser de mañana. Eso es la memoria viva. Deberíamos llegar a poder no necesitar de nada, llevarlo todo con nosotros, interiorizarlo todo, ser nosotros la canción, el poema, la imágen, la idea, la risa... sin papel y sin soporte de ningún tipo. No hay mayor belleza que la del ser del cuerpo del ser humano expresándose y siendo bellemente : ) Ese cuerpo tiene contenido todas las formas y las materias posibles... todo viaja en soportes muertos para revivir en nosostros... entonces empieza la vida interior de la obra, hasta ese momento muerta... entonces empieza a vivir dentro de nuestro ser, a formar parte de él, a serlo todo en él. Ser una mismo la obra, un contenedor vivo, mutante, un suporte latente y vivo, sensible y consciente, que jamas se acaba de moldear del todo.
Trabajar es expresar, sacar de nosotros lo vivo para hacerlo muerto y que de nuevo vuelva a vivir. Trabajamos constantemente, estamos gestando sin parar, en el misterioso silencio del descanso y de la dedicación. Hay un mecanismo imprevisible e imparable que nos azota, nos expuela y nos aviva a cada instante, la vida y su aliento incansable, su movimiento perpetuo que crea una apariencia de quietud indescriptible, donde todo se mueve casi invisiblemente. Trabajar es transformar, traducir, mutar, metamorfosear, decir en otra lengua, en otra forma, en otro código, decir lo que entra saliendo, decir siempre, decires inacabables. El programa :) imprevisible de la vida es trabajar y la materia base de nuestro trabajo es lo que somos, aquello que se vive, que produce una cambio en nosotros, una eclosión, un volver a coger nuestro aperos y ponernos manos a la obra. La memoria viva nos da trabajo, nuestro cuerpo es el mundo entero.

21 julio 2006

Identidad.

Nazco,
y porque nazco lo soy todo.
Crezco en todas direcciones... como el aire.
El mundo entero
acaba y empieza
en la llema de mis dedos
Mi pensamiento
lo impregnan mil cabezas
y no hay nada que me sea ajeno.
Soy tan concreto...
que solo vivo en la abstracción,
y me pertenezco tanto
como el mundo.
Cuando me manifiesto
mil voces salen de mí,
y de cada una otras mil...
soy el infinito que vive en el instante.
Veo a la vez del revés y del derecho,
con el ojo que no es mio,
y me encuentro
constantemente
mientras me voy haciendo el mundo.

19 julio 2006

Reinvetar.

Todo aquello que no necesita de la vida humana presente para manifestarse, en cierto modo, y aunque sea una huella de aquella, está muerto. El teatro no morirá nunca ya que sus personajes están realmente vivos en escena, son presencias vivas, latentes, reencarnación de lo no muerto, ya que fue concebido precisamente para ella. La música siempre tendrá algo del teatro también, aunque existe la música muerta, presente, pasada y futura. El cine por defínición es un arte de lo muerto, como la escultura y la pintura, ¡vive en lo muerto! ¡vive de la ausencia viva de su modelo o de su referente! Es una arte de la resucitación fantasmal ¡no de la reeencarnación! Esto le quita sensualidad a su arte y le añade fantasía, sueño e imaginación.
Nosotros estamos aquí para inventar el arte de lo efímero, de lo que muere en cada ya, de aquello que sólo "vive" una vez muerto, como eterna repetición. El mundo que nos rodea, cada vez más se nutre del arte de lo muerto, de lo no presente, perdiendo sensualidad, pero en lugar de intensificar en detrimento de la sensualidad la imaginación y el sueño, en lugar de eso los aniquila, precisamente tratando de sustituir lo insustituible, la real sensualidad por la sensualidad sublimada de la no presencia viva. ¡Quieren que abracemos espectros, que besemos fantasmas, que amemos presencias etéreas y luminiscentes! ¡Quieren que nos quedemos encerrados en "nuestra" su imaginación y que no salgamos de ahí, que no tratemos de salir en busca de la real sensualidad, en busca de la erosión y la fricción originaria. Hemos pues de reinventar el arte de lo muerto ¡para que aliente la presencia viva!

Crítica. La Doble Vida de Verónica. Krzysztof Kieslowski.

He vuelto a ver, esta vez en dignas condiciones, esta película sugerente, enigmática y bella. Le he encontrado mil matices nuevos que la hacen más sugerente si cabe (y creo que aún hay muchos más). Pero no comentaré aquí nada de eso ya que no quiero de ningún modo condicionar la mirada de la realización sobre la película.
De lo que sí hablaré un poco es de su tema. ¿De qué trata esta película? Del presentimiento, de una cierta intuición, del azar y del destino, de los impulsos, de las correspondencias, de la latencia de la vida, de las oportunidades, de las elecciones, de la capacidad para generar el camino de nuestra vida. ¿Qué queremos? ¿Cuales son nuestras posibilidades? ¿Existen las conexiones entre las personas más allá de su conocimiento? ¿Las vidas paralelas? En cualquier caso es una película emocional y de sensaciones que, más allá de la reflexión filosófica que pueda suscitar sus planteamiento, acaba impregnando toda tu inteligencia de un hálito de premonición.

18 julio 2006

Vida Incontenible.

Estar en mitad de la vida sin estar, sin ser vida, sin vivir, haciendo sólo una parte de ella, el mirar, el presentir algo, esperar algo, un reflejo, un rebote, un susurro, sensaciones ajenas que no son tuyas pero que se te meten de golpe como un agua sólida. Estar captando la vida, como el presente que se escribe así mismo, el vértigo de lo que se dice ahora y pasa, de lo que brota del mismo estar, del instante que ya se ha ido. Estás y no estás, tu situación es un más allá, con otra luz y otro aire distinto al de todo, dolorosante lejano, violentamente cerca, ¡muy cerca! tan cerca que corres el peligro de asustarla, de arrastrar tu estela de lejanía hacia ella. ¡Upsurpador de sensaciones, emoción del instante encapsulado! ¡que volverá a desprenderse en cada retina después, como las hojas del otoñó!

Inventar

Somos los monos inventores del paraiso-infierno. Yo he venido a inventar el desinvento, he venido a hacer nacer otra vez, eternamente, la voz del inventar mismo, sin invento, voz que dejan un poco huérfana los diás nuestros. En un tiempo de exceso hay que inventar lo frugal, ¡exceso de inventos que no de desinventos! Todo es inventar, esta claro, incluso lo mio. En realidad nuestro tiempo no inventa casi nada, vive de perfeccionar lo que ya está inventado ¡y he aquí que inventar es algo vital! Si nos dejan sin inventar ¡nos matan! ¿Qué vamos a inventar? Vamos a inventar la imperfección, el descontrol, volveremos a ver nacer la anarquía, veremos proliferar los accidentes y como los luditas iremos a la destrucción de las máquinas de perfección. ¡Necesitamos un mundo menos perfecto y más inventivo! ¡Dejemos ya de perfeccionar! ¡Déjennos inventar o mataremos su perfección! La perfección de nuestro tiempo está completamente pervertida. No es perfección de luz y alegría, eclosión cósmica ideal e inexplicable ¡la única perfección verdadera! es la perfección de la muerte, de la nada, del vacio de sí mismo. Es la perfección por la perfección. Lo perfecto está muerto porque está acabado porque lo que está acabado ya no vive. En lugar de lo pefecto esperar que ocurra el magnífico interruptor de la alegría ¡perfecta también en sí misma! pero que hace nacer todo de ella porque no se sabe perfecta ni acabada ya que no se da en el tiempo. En cualquier caso ¡inventar! ¡inventar de nuevo la pefección, inventar otra vez la incomodidad para encontrar el hueco del placer, la inquietud constante. ¡INVENTAR... INVENTAR... INVENTAR... ENCONTRAR EL VIENTO!

El Tiempo de la Mirada

El mundo que ves a tu alrededor, conocido o desconocido, se torna otro muy distinto cuando estas en él llevando una cámara contigo. Ocurren infinitas cosas a partir de ese hecho de la filmación. Verdaderamente es como si te transformaras en otro ser muy dintinto a ti. Por supuesto la actitud de la mirada cambia totalmente. Para empezar todo se relentiza a la vez todo resulta mucho más atropellado. Ves más y en consecuencia se multiplica lo significativo pero necesitas mucho tiempo más para captar aquello que ves. "Filmar es tratar de ver lo que tu ves con un aparato que en absoluto ve lo que tu ves" decía Robert Bresson. Y todo lo que ocurre delante tuyo puede ser lícito de entrar en la película. De hecho, con la cámara en la mano se tiene la sensación de estar en una continua avalancha de hallazgos. Si la actitud se aproxima al documental uno siente haberse aposentado en la silla de la revelación constante. Ante este hecho hay que saber aprovecharse de esa apertura total a lo que ocurre al tiempo que lo que ocurre va fluyendo por el propósito que nos habíamos marcado. Es exactamente dejar que la vida haga tu película, ya que la vida tiene su enigmático guión y tu mismo solamente lo intuyes, lo provocas, lo sacas. Hay que provocar la realidad. La realidad te lo da todo, todo lo que tu le pidas inconscientemente, si lo sientes. En cualquier caso, la trascendencia y el aprendizaje son las principales características del acto de filmar. Encontrar lo que tu has puesto devuelto. Siempre hay que filmar el más allá en las cosas que tenemos más acá. Uno sólo aprende a abrirse más cada vez, a adentrarse por completo en el laberinto de la vida, aún a riesgo de perder lo que se quería contar. Si se pierde pueden pasar dos cosas, que se acaba contando otra cosa y que ésta cosa sea mejor o peor que la que se había pensado previamente. Si se sabe contar siempre será mejor. Uno nunca elige los temas, los temas le eligen a uno. Uno nunca tiene un tema, tiene viviencias o sensaciones que apuntan a algo. Las cosas nunca están tan cerradas.
El tiempo se dilata y se acorta al filmar. Uno se vuelve eterno y no se da ni cuenta, hasta que acaba y ve que ha pasado todo el tiempo de que disponía como en un segundo. Al filmar estamos inmersos en el instante, en la cosa, en la acción ¡en un no tiempo! ¡en un estado de respuestas constantes!

De los Disfraces y la Encarnación.

Ya dije que para mí todo es metáfora. Incluso esta misma frase lo es. "Para mí", es una metáfora de lo divertido que sería poder decir las cosas en pequeño y en grande al mismo tiempo, algo así como la locura absoluta, el no poder decir, ¡la sabiduría absoluta de la matáfora más vacia, "la nada". Todo está lleno, todo está vacio, todo es todo, todo es nada. ¿Hemos llegado al techo? ¿Qué tienen los carnavales de fiesta? En-carna-vales... vales, eres, aquello en lo que te encarnas ¿las apariecias? Engañan, sin nunguna duda, engañan al que no sabe ver la esencia en ellas. ¡Todo es apariencia! Hasta las esencias mismas son apariencia, "esencias, perfumes" que nos disfrazan de apetitosos, dulces u horrorosos. ¿Qué hay de la carne? ¿de las formas? ¿de tú y yo? ¿Qué hay de la mirada estereotipada, encerrada en su búsqueda ciega? ¡Hagamos un invento casi nuevo y estaremos en el desfiladero de las esencias aparecidas? Si sientes mucho una esencia, ésta sale de ti con la apariencia de no ser tu, ¡y eso es el ser casi nuevo! Si sientes mucho una apariencia ésta no sale de ti, te devora y luego te devoras y te devoran todos, ¡apariencia de despojos! ¿Qué tiene la carne? La carne tiene lo que el barro, es maleable y tiene naturaleza, pero sobre todo tiene sentidos, ¡voluptuosidad, palparse de la mirada y de la piel, tiempo finito, única manifestación de la eternidad! La sensación. El dolor y el placer. La vida. Soy casi una bacteria ¡simple, simple, simple! Parafraseando, "sin sentir no soy nada" El teatro, la representación, los carnavales, el testimonio, la presentación, el ser presente... todo tiene su carne. ¿Y qué hay del espíritu, de la abstracción, de la esencia, del órden? "Carne de mi carne".

17 julio 2006

Aforismos.

La experiencia es el camino hacia uno mismo.


Uno mismo es la experiencia de su camino.


La inocencia es aquello que hace posible la experiencia.


En un camino nunca se está sólo, no es del todo nuestro.

15 julio 2006

Afílmate!

Uno tiene a menudo la impresión de no estar viviendo realmente, de no saber vivir en el fondo o incluso de estar perdiéndose muchas cosas de la vida, como si se estubiera en la cuneta. ¿Y qué será eso de vivir? ¿y por qué esa sensación de que no se está viviendo, de que anda uno como alejado o despistado de la vida? ¿Acaso esa impresión viene reforzada por el hecho de parecernos que los demás sí vivien? Quizá este tipo de impresiones, sensaciones, figuraciones o simples planteamientos sean propios de personas que no pueden evitar vivir en cierto modo en su imaginación, de sus sueños y de una cierta condición de soledad. Esa vida extraña, como ajena, como lejana de la vida misma puede considerarse a veces la propia vida de la soledad, su forma de vivirse. Y es que hay una forma de vivir la vida que necesita de manera muy presente de la imaginación, de la construcción interna del mundo, propia, personal, intransferible ¡y que goces y que viviencias no esperan también a estos seres (que, digamos han "sabido" esperar) cuando descubren que estaban descubriendo el mundo entero dentro de sí mismos y después de eso no hacen más que introducir cada vez más el mundo dentro suyo, jugar con él en su interior y devolverlo de nuevo hacia fuera pero mejorado, lucido de fantasía, de sentido, de metáfora, hungido de imaginación, creado, hecho, construido, para que otros lo descubran de nuevo, lo destruyan o partan de lo dado para seguir creando.
Bien. El otro día, poniéndome en mi fantasía del lado de los que de alguna manera "no vivien", pensé que había dos tipos de seres. Los que viven y los miran la vida (yo les llamo "los que filman") Yo me sentía más bien uno de los filman en lugar de vivir. Asumiendo mi condición entendí de este modo que era inútil e incluso perjudicial que yo tratara de vivir las cosas que vivían los demás agobiándome así innecesariamente al tratar de hacer cosas que no estaban en mi naturaleza. "Yo no he nacido para vivir sino para mirar la vida, para filmarla" me decía a mi mismo tratando de asumir mi condición y de este modo entregarme más plenamente a ella. Creo que aquellas personas que se dan por completo a su naturaleza son las personas que logran la alegría suprema, la armonía absoluta, pues están en armonía con todo lo que les rodea y su vida se desarrolla de forma más plena y feliz. Ahora bien, ¿cuál es nuestra naturaleza? De eso yo no puedo responder, cada uno ha de sentir y experimentar su propia naturaleza y encontrar y propiciar el modo de expresarla, de vivirla en su entorno o en las circunstancias que le toque vivir. De todas formas, y por sí el lector no lo ha pensado todavía, he de decir, naturalmente, que hay muchas vidas y muchas naturalezas y que incluso se pueden dar varias en una misma persona, así que cuando expreso la vida en los términos de el que la vive y el que la filma, en realidad estoy simplificando y casi se puede decir que bromeando. Entre la acción y la contemplación (sean lo que sean cada una de esas "actitudes") hay una infinidad de grados y formas de manifestación de dichos formas de actuar. Todo es actuación al fin y al cabo. Filmar es ya un acto propio de la vida. Alguien dijo un vez que la condición de todo artista era tal vez una cierta conciencia de soledad, conciencia de sí mismo, un estar despierto por encima de todos los que dormitan. Bien, he ahí un misterio de la condición humana, esa huida misma de lo humano hacia el más allá de lo humano, esa ilimitada ánsia de ser más allá de ser. ¿Acaso va por ahí nuestra naturaleza? Otro misterio. Por de pronto no nos queremas despegar tan pronto y hagamos caso a la vida que late dentro de nosotros, a ese misterio mismo que tiene sus propias formas de manifestarse y que también está más allá de nosotros. En efecto, la vida toda late en nosotros, una vida que no nos pertenece del todo, que como dijo alguien también, es una suerte de préstamo. Alguien más juega con nosotros en hecho mismo de vivir ¿vamos a no darle participación alguna?
Le contaba a una amiga en tono un poco divertido mi distinción entre quienes viven y quienes filman y como (¡un poco dramáticamente!) yo me debatía entre el vivir y el filmar. Ella, al ver que yo trataba de explresarle que deseaba vivir por encima de todo, pese a que asumía mi condición de filmador, queriendome decir "¡afírmate a la vida!" y liada en la conversación acabó diciendo: "¡afílmate a la vida!" ... ¡y dió por completo en el clavo!.

Mirar y ser Mirado

La conciencia es un espejo, un mirarse uno así mismo.

¿Cuántas cosas implicadas en esta frasecita? Un cierto vértigo y temor me asestan cuando veo de una vez todas las cosas que encuentro en esa frase. El temor es simplemente un modo de respeto hacia el misterio mismo que para mi hay inscrito en ese escrito. Cuando uno se mueve en el misterio se percibe un aire que nos hace presentir que todo está más allá o más acá del simple hecho de razonar, de distinguir las cosas y que todo nuestro ser ¡todo enterno, incluso el ser futuro y el pasado está involucrado en ello!

Pero dejemos que la frase se vaya diciendo ella sola. ¿No véis lo que salta desde su aparente mensaje convencional, manido incluso? Yo veo, primero que todo unos verbos: ser y mirar.
No voy ha decir yo lo que es la conciencia, ni quiero ni sé hacerlo. Como no quiero ni sé (no aspiro a ello) me conformo con decir algo que me ayude a nombrar lo que para mi es un misterio mismo, es decir, innombrable (para los puristas), y entonces (no lo he inventado yo) elijo ese algo que sí tiene nombre que es el espejo. Una metáfora (para mí quizá no exista otra cosa que la metáfora) eso es lo que he utilizado. Yo no puedo entender-sentir nada si no ha sido transmutado y dicho en otra cosa (la metáfora) Mucho más me ocurre eso cuando estoy ante un misterio, que no tiene nombre (salvo con la metáfora) El asunto mismo de nombrar las cosas ya es un asunto de conciencia y de metáfora, pero no entraremos ahora por ese camino.
¿Qué es un espejo?... pues una superficie plana reflectante... ¡No... nada de eso!... eso no nos importa. Un espejo es una imágen, la luz dándose otra vez, rebotada toda en una misma dirección. Pero esto tampoco es y tampoco nos importa. Todo esto es muy pobre. Lo que nos importa. Una espejo es una imagen, una imagen de nosotros mismos. ¿Qué es una imagen?... ¡jajajaja!... como podéis ver... nada es sencillo... todo oculta y a la vez muestra nuevas caras, nuevas perspectivas. Tampoco tengo la pretensión de decir lo que es una imagen ¡hay mil teorías al respecto y mil análisis y descomposiciónes de partes de lo que piensan puede ser una imagen!
No diremos lo que es una imagen, pues, haremos algo mucho mejor que eso y que está mucho más cerca de la verdad sobre la imagen, ¡diremos que ya sabemos lo que es una imagen, que lo entendemos-sentimos perfectamente, que no necesitamos explicarlo ni expresalo! Para ello se inventó la palabra tautología. Una imagen es una imagen ¡y ya está! sí de entero, simple y claro, nada más. Es más que suficiente para lo que quiero tratar de expresar.
Así pues, con todo esto tenemos que la conciencia es una imagen de nosotros mismos. Pero esta frase suena un poco extraña, está como coja, le falta algo. "La conciencia es una imagen de nosotros mismos" No me convence. ¿Es una imagen y ya está? ¿De qué me sirve a mi una imagen de mi? ¿Eso es mi conciencia? ¿una imagen de mi? No, no puede ser, ahí falto algo. ¿Qué hago yo con la imagen? ¿Hago algo? Sí, la miro, primero la veo, claro, y una vez la veo, la miro, que es algo más que ver. Y aquí entra nuestro segundo verbo ¡tremendo verbo! Mirar... otro misterio... precisamente por estar tan cerca del otro, de la conciencia. Porque cuando decimos mirar es como que nos damos cuenta de que vemos. ¿Y cómo es eso de darse cuanta de que vemos? Pero esto de darse cuanta es el misterio de la conciencia. Y la conciencia nos interesa tenerla y ya está ¡no queremos saber de donde viene ni que es! Es otra tautología. La conciencia es la conciencia ¡y es algo muy importante! pero ya sabemos-sentimos lo que es y lo nombramos gracias a la metáfora! No puede ser algo en sí misma, es siempre metáfora, existe sólo de ese modo.
Entonces tenemos que la conciencia es ser conscientes de que nos vemos a nosotros mismos. Esté sería al menos un primer estadio de la conciencia. Pero llegados aquí nos damos cuanta de que podemos empezar a embrollar las frases utilizando la palabra conciencia demasiadas veces, y eso es justo lo contrario de nuestra intención.

Yo quiero entrar en lo que implica "darse cuenta" o "mirar" tanto en el acto de conciencia como en el acto de ver.
En este punto iré mucho más rápido, mucho más inmediato e instintivo, amparándome en la tautología, es decir, en el ser mismo de las cosas sin explicación de ningún tipo (todo se puede explicar si nos empeñamos en ello pero esto no nos sirve).

Mirar es ver guiado por alguna forma de de ver particular. Esa forma viene dada por mil circunstancias (educación, influencias, estados de ánimos... mil cosas interrelacionasdas) Ahora bien, existe una capacidad de mirar más allá de la conciencia de ver (eso es mirar), es decir, un mirar sin mirar, lo que podríamos llamar la mirada. Tener una mirada es mirar sin mirar, mirar con el mirar mismo, límpio, claro y directo, toda tu vida entera (pasada, presente y futura) inserta en el acto mismo de mirar. Esa mirada traspasa la conciencia, el darnos cuenta de las cosas, para el estar en las cosas mismo. ¡Ahh... cuantos misterios entraña también esta frase!
Pues bien, el ser mirado es igual. Cuando nos sentimos observados, emerge de nosotros sin que por lo general podamos evitarlo una reacción que nos hace medir nuestra apariencia (esa que está siendo observada) y en consecuencia alteramos nuestro supuesto estado natural de darnos para "darnos cuenta" de la forma en la que nos damos. ¡Otra vez (como ocurría con el hecho de mirar), que restraso fundamental con respecto a la vida (que se da sin más) qué artificio, que teatro, que apariencia! ¿Por qué nos nos damos sin más, sin pensar la forma en la que nos damos? ¿Por qué todo el tempo la conciencia? Alguien puede pensar que pretendo hacer apología de la inconsciencia. ¿Cómo sois? ¡O todo o nada! No, más que una inconsciencia yo veo una transconciencia, un más allá de la conciencia, una manifestarse en la totalidad de todo sin asumir tan a la ligera el presupuesto de toda conciencia "el YO" "Pienso luego existo" ¡Vaya mentira horrenda y retorcida que le hicieron decir a Descartes (él no lo hubiero dicho de forma tan burda)! En todo caso el mundo nos piensa y por eso existimos. Pero bien... hemos llegado aquí y todo lo demás es vuestro.

14 julio 2006

Testamento Molecular

Amo los accidentes! todo ocurre en ellos... ¿hay un órden en el caos?... un contrasentido. La paradoja es la más rica de las criaturas, ¡vida tirante y rítmica, cambiante y constante! Soy un instante que eclosiana en sí mismo venido de todos los instantes de la existencia. Ahora rio y mi risa se esparce como semillas por todo el aire incontrolable y van a parar a otras risas. Mi fin es un sin fin de finales, acabo cada vez que empiezo y lo empiezo todo al dejarlo. Mi voluntad es la voluntad del aire ¡corrientes imprevisibles! ¡bárbaros cálculos de la materia! Yo respondo a la totalidad de todo que soy yo mismo.
Vuelo por encima de mi cabeza demasiado pesada para dejar su materia. Me invento los átomos del mundo con la vida misma dada, con la innominada conciencia.

Moléculas de imaginación...

El Montañero

Quiero escalar una o dos montañas, ir subiendo siempre, salvo algún momentaneo resvalón. No me importa la cima, sé que está muy alta o quizá sea simplemente un nuevo suelo, ¡toda cima es una frustración para mis pies que necesitan y desean ir uno por encima del otro para siempre! Una ascensión constante, sintiendo el aliento y el límite de mis fuerzas, parándome a veces a respirar el aire puro y escaso, cada vez más difícil de obtener, y mirando a mi alrededor las brumas, las nubes o los valles inmensos. A veces me gusta la proximidad y observo las hierbas que me acompañan en mi subida ¡tenaces seres que también han sentido la llamada de los cielos! Y mi montaña es la cosa más bella del mundo, un plano inclinado sobre la existencia que reta mi vertical despojándome de la llana horizontal. A veces pienso que en cierto modo escalar es como caminar en el plano pero con la dificultad añadida de arrastrar tú cuerpo un poco más pesado. Ese sobreesfuerzo, esa energía invertida en la elevación, en la experientación de un trato distinto a cada vez con la gravedad y con la atmósfera es como una mutación constante de ti, como si a cada paso fueras un ser distinto y el mismo. La mirada mismo se extraña, ¡las cosas no están en otro lugar, si no más abajo! parece que se hacen pequeños no a base de distancia sino de altura. ¿Y qué diferencia hay? me dirá alguien... pues la perspectiva... la inclinación. Y no me estoy refiriendo aquí a tener la perspectiva de Dios, a sentierme superior de quienes estan por debajo de mí y por tanto despreciarlo, ¡no, nada de eso! todo lo contrario. Cuanto más asciendo más he de apreciar la vida en su conjunto y en su concreción. Somos una acumulación, un montón, una pirámide de experiencias, una montaña de sensaciones y de vivencias, una montaña de pensamientos. Y no paramos de crecer. Nos erosionan por todos lados, van dibujando nuestra idiosincracia y nuestra orografía, pero nosotros necesitamos de erupciones y terromotos nuevos, volcanes e incandescente laba que nos queme y que se pose de nuevo en nuestras faldas y en nuestras cimas para ser una montaña nueva cada vez, la misma de siempre.
Soy una montaña y quiero ascender otras. Quizá mi montaña sea invisible para la corteza y quizá sea necesario un terromoto para que surga a la superficie terrestre.
En cualquier caso ascender ¡ascender! para mirar mejor, no por encima.

07 julio 2006

Cita de F.M. Dostoyevski

Tú y yo... Cósmicos

La vida, en su obviedad nos ofrece el hecho patente de ser ella misma una constante mutación, de necesitar de la mezcla, del contagio, de la transformación y de la transfiguración, de todo aquello que no es lo que uno es y que por eso mismo ha de formar parte de nosotros y hemos de relacionarnos con ello. En cierto modo se puede pensar que lo somos todo ¡y es cierto! aún asumiendo convencionalmente que somos una parte y tan solo un ser de ese todo.

Necesitamos de lo otro, del otro, de lo ajeno y de lo exterior a nosotros. Necesitamos de la transformación y de la mutación, del dolor y del placer a veces simultaneo, otras por separado uno y otro que produce ese hecho mismo de la metamorfosis, del cambio.

El ser humano, en tanto que ser simbólico vive muchas de sus mutaciones a niveles interiores sin que tengan porque apreciarse enseguida a nivel exterior (aunque siempre se produce algún cambio en la apariencia si se es buen observador). La forma de comunicar esos cambios y la lectura de los mismos puede ser algo mínimo, casi imperceptible.

Toda transformación requiere de un cierto frotamiento, de un cierto roce, de un tiempo de desgaste y de lucha, de violencia o presión amorosa, de pasión al fin y al cabo... sin esa condición de proximidad y de contacto, sin ese intento imposible de ocupar ambos el mismo espacio al mismo tiempo ninguna transformación es posible. Todo el amor surge de ahí, de un deseo irrefrenable y absoluto de hacerse y mezclarse con lo otro, con lo que está fuera y es distinto a nosotros, con lo externo y por así decirlo objetivo, que se da más allá de nuestra propia mirada, en la mirada de otros y en la existencia de todo. Y aunque pueda parecer paradójico la comunión es otro acto de deseo imparable por convertirse y fundirse en lo otro. Al fin y al cabo el objeto de deseo siempre será lo externo, el amor siempre se dirigirá a las cosas y a los seres de fuera de nosotros, es la condición de toda sensualidad, de todo contacto a través de nuestros sentidos. El mismo goce intelectual, mental, imaginario... no es sinó la recreación interna de todo lo deseado hacia fuera, que puede ser un órden, una armonía, una adecuación perfecta entre lo externo y lo interno, una comunión de nuevo, operada desde la fantasía, desde el sueño y desde el deseo más íntimo. Pero nunca así podremos quedarnos únicamente con la imaginación como tampoco serviría de nada estar constantemente experimentandolo todo sin mediación de ella. La sensualidad se crece con la imaginación y la imaginación con la sensualidad. Es el infinito crecer y mutarse de la vida, la transformación simbólica y física del ser humano.

Decía Franz Kafka precisamente que si por él fuera podría estar encerrado en un sótano escribiendo todo el tiempo, pero él mismo se decía pensando en ello: " ¡Y qué cosas escribiría entonces! ¡De qué abismo las arrancaría!". Como lectores, escritores y consumidores en general de todo tipo de manifestación artísticas podemos reflexionar sobre la naturaleza de su existencia y sobre la necesidad de que la obra opere algún tipo de cambio en nosotros o en los demás. Yo no estoy deacuerdo en que una obra debe tener una intención clara desde el principio y buscar unos fines concretos. Yo creo que toda manifestación humana, sea obra de arte o no responde en general a diversas causas y no es sencillo buscar la utilidad precisa de cada manifestación, es algo biológico. En cuanto a lo que yo considero la mayor aspiración del arte, la belleza, creo que surge por sí misma como un acto de gratificación y no busca por tanto fin alguno más que su propio sentimiento de plenitud y alegría, fiesta de la vida o conciencia de la luz. Nada de esto impide que obras muy comprometidas aspiren a la belleza, todo lo contrario.

Dicho esto, me quedaré mirando el tiempo que sea necesario como la oruga se transforma en mariposa ¡haber si aprendo algo de su capacidad para transformarse en belleza! La belleza, claro está sólo existe para el ser humano (como todo). Y aunque es una obviedad lo digo porque no resulta tan sencillo hacer lo que hace la oruga. ¡A mí me parece algo increible, una censura absoluta, una elípsis tremenda, lo invisible delante de mis ojos, lo que no se puede ver, el cambio mismo!, ¿cómo es posible? Y lo digo otra vez porque en nuestra sed por transformarnos, por liarnos y mezclarnos con lo otro, eso otro que será algo así como nuestro capullo de seda debe de hacernos más bellos, mejores, más perfectos, más... objetivos... debe de acrecentar nuestros ánsias de mutación, de transformación, de pasar a formar parte de todo, de ser absolutamente todo y de disolvernos en todo. Ese sueño, sin duda tiene mucho de místico y de trascendental, es la comunión absoluta con toda la existencia (es natural en el ser humano como ser simbólico sentirse capaz de serlo todo) y quizá puede ser esa la aspiración mayor, ¿acaso no inspira todo esto la belleza misma, la gratitud misma?

Sea como sea me basta con mi imaginación y mis sensaciones y estas entrando y saliendo hacia otras distintas a las mías como si fueran una sola imaginación y una sola sensación universal, cósmica.

06 julio 2006

Crítica. Cumbres Borrascosas. Jacques Rivette.

Es la densidad de su plástica, como pintura en movimiento, la suave gradiante de sus tonalidades siempre en equilibrio y el espacio y sus volúmenes, su luz que lo convierto todo en sensual, incluso esta historia de aislamiento y miseria... es todo ello lo que hace de esta película algo extraño y excepcional que no acabo de entender.
El cine de Jacques Rivette es una condición del espacio, del tiempo y de la narración cuya imposición inmóvil él torna grácil y encantadora filmándola como sueño. Su representación parece teatral y acaba yendo más allá del teatro, al cine, que es donde le corresponde.
El relato de miseria se extiende y la condición de tirano acaba prevaleciendo. Resultan escalofriantes imaginadas después esas montañas bellísimas de cielos suaves hacia el último atardecer, las que vemos al principio acompañadas de las voces búlgaras. Esa dimensión del espacio, salvaje, agreste, aislado, con esos sonidos que como los coros clásicos de las tragedias anuncian ya lo inevitable. Entre el cielo y las montañas no hay escapatoria. En ese espacio donde todo parecía estar previsto a una perpetuación de los tiempos, el elemento extraño, ese hijo de la fortuna que podría ser otro Edipo sin padre ni madre, apartado por la misma condición de perpetuación, acaba sustituyendo todo ese universo. Todo se quiebra por lo mismo que lo perpetuaba. Una grieta interior.

El Ojo Inmenso

Yo siempre soñé con un niña, desde muy pequeño.

¿Qué sería aquella niña en la que yo soñaba? ¿De dónde me vino?

No lo sé muy bien... pero sin remedio aún ando en compañía de su manita pequeña y tierna y de su mirada tan mayor y tan adulta, mucho mas que la mía que a su lado parece efectivamente la de un niño.

Quizá fuera un duende ¡puede ser! o una bruja buena o cualquiera de esos seres que representan otra realidad más allá o más acá de la que nos enseñan los demás (¡los demás, sí, los que no sueñan con es niña!)

Desde muy pequeño que vengo sufriendo y gozando de su compañía y de su ausencia, desde el lazo y el puente que era entre los dos mundos que descubrían mis ojos, el de dentro y el de fuera y que producen la sensación más viva que pueda experimentarse.

No era una niña corriente como ya he dicho, podía aparecer y desaparecer a su antojo, convertirse en un sonido o en un dibujo, en un cuento o en un cara, pero siempre era el amor de mi pecho el que la trasfiguraba en niña, con sus ojos como campos y como cielos por donde se podía caminar interminablemente y morir de sed o de ceguera.

Era una niña huidiza, siempre secreta, siempre sombra y susurro, siempre destello... de sonrisa apresurada e inmóvil, invisible y visible a la vez como un holograma. Sus manos eran poco menos que alas y sus piernas, viento, tan callada en su gesto, siempre jugando.

Se las arreglaba misteriosamente para entrar en las otras niñas, las de verdad, y a veces miraba desde ellas y me sorprendía, y yo me quedaba tan mudo, tan quieto y tan petrificado en ese momento que por mi cabeza pasaban las mil maravillas de lo impensado y de lo impronunciable.

Si lo miro bien y lo pienso un poco, una niña es como una madre, una mirada atenta y amante, abnegada abolutamente pero con la maravillosa diferencia de desaparecer y dejarte sólo cuando menos lo esperas, ¡bueno! sólo no, en el misterio de su presencia evanescente, de su recuerdo o de su sueño, de su figura todavía no del todo invisible y sí algo traslúcida. Ella existe mucha más en su invisibilidad.

Mi niña es como un latido, que sucede sin que yo lo quiera y me invita a sonreir para luego ir tras su aire o su sombra entre hierbas que se agitan delatando su divertidísima presencia ¡divertido milagro de estar y no estar!

Desde que era pequeño que la mudez de la tierra me invadía cuando me alcanzaban los ojos de un niña ¡mi niña! Y no he sabido llevar bien esa condición un tanto bobalicona del muchacho intimidado ¡casa tan poco con la realidad! que mi niña podía ser cruel y abandonarme a una suerte inhóspita e indescifrable.

Sin duda que ella es algo tan cogido a mi infancia que por eso mismo está por todos mis lados, como el agua que me llena. Y seguro seguro que todos tenemos alguna niña o algún niño semejante dentro nuestro, algún poso que renace y se inunda cada cierto tiempo, que desborda y que salta sin decirle nada a uno, tal que está dentro y sale y se hace ojos, así como de repente.

Cuantos veranos no habré yo besado y paseado a mi niña, y sé que siempre es ella la que me besa y me pasea a mi pero me engaño creyendo que era yo quien la veía. Y cuantos inviernos descubriendo sus mejillas sonrosarse por el frio, como una extraña flor que surgía en su piel, una pintura para mis ojos que sólo yo pintaba.

Me parece que toda cabe en mi ojo inmenso, como un gran angular donde sus manitas llegan de extremo a extremo de la imagen. Me ha acompañado siempre, como premonición y frecuentado sueño, y he llegado a creer que ella es la semilla de todo lo que ha ido creciendo, que de su rostro y de sus ojos han ido brotando las ramas y las superficies de los lagos, las sonrisas y los dedos que nos presionan con confianza. No sé porque la añoro si siempre está cerca de mí, tan grácil y tan cálida como un aliento dulce, como un caricia de fuera y de dentro.

Una niña me amaba una vez, o creía yo que me amaba y sus ojos eran tan sabios y viejos como el mundo entero y su sonrisa enigmática e inagotable como la luna. Sus manitas eran como los tallos de un flor, firmes y suaves, quienes te agarraban a tí y no tú a ellos. Desde que nací que llevo una niña en mis ojos.

05 julio 2006

Crítica. El amor después del medio día. Eric Rohmer.

Un deseo de prolongar la juventud habiendo ya colmado y decidido la vida, como él mismo expresa, una situación que le agobia. Y ese deseo (la imagen de la juventud), esa huida de la vida que asume, de la imagen que la sociedad ha dibujado frente así y que él ha aceptado, viene a apartarle de aquello que tiene y ha hecho pero que no sabe ver. La misma imagen familiar viene en su ayuda, ese juego de niños, de disfraces y monstruos, ese gesto paternal, justo en el instante en que se ha convertido en un gesto (mecánico) de la entrega al deseo de juventud.
Aceptamos y nos acostumbramos, creemos controlarlo todo, ser más inteligentes que la vida, tenerlo todo previsto, poder soñar y decírnoslo todo. Pero nuestras acciones demandan su parte. ¿Era el personaje un soñador? Sin duda, sólo fantaseaba, desde su amuleto todopoderoso. ¿Acaso el amor no es sueño? Y más allá de esa fantasía, ¿qué queda? Los sentimientos y las necesidades de las personas, sus sufrimientos, su soledad, su miseria y su incapacidad de amar o soñar.
Nos pesan las acciones.


04 julio 2006

La Conciliación del Trapecista

Añoro de alguna manera, supongo, el desfiladero en donde se baila al son de una emoción concreta, tal que si de nuevo pendiésemos del cordón umbilical. Y en mi añoranza ando perdido entre los tres ojos y las tres miradas que quizá no me dejan ver, pues cada una de ellas quiere a la vez formar una imagen de todo cuanto me rodea y yo acabo no viendo nada a la postre.

Se me mezclan todas y no alcanzo a distinguir una imagen clara en ninguna. ¡ La claridad de una imagen es una fiesta, una alegría ! ¡Nada que ver con verla o entenderla... es serla o lamerla, saborearla y acariciarla, toda tus ojos ella !

En otros tiempos sabía ver o, ¡que diablos! veía con un ojo a cada vez, y ver así de claro y así de fuerte es nacer de nuevo con la mirada !

Mis tres miradas son las tres luces de la existencia. Yo quisiera, es decir, me propongo

-preferiría que ella fuera la que se lo propusiese en lugar de yo -

en mitad de algún desfiladero, cual trapecista ciego o abeja de invierno, conciliar las tres miradas en una

-¡que sé yo que ha de ser posible, más aún, estoy convencido de que ninguna existiría sin la otra, bien entendidas !-

hacerlas bailar bajo una misma melodía - tal vez la de alguna de ellas mismo - o al menos llevarlas de la mano por un ratito y que por ese momento desfilen juntas en compañía de alguna categoría narrativa.

Si me llenara de alguna de ellas por completo ni me propondría tratar de conciliarlas.

Las tres luces son:

la vida o la realidad
-la experiencia directa del mundo-

el pensamento, la filosofía y la ciencia
-el pensar sobre asuntos de la vida alejándonos de ésta-

la poesía
-la vida misma, sin pensarla, hecha ya pensamiento-

El trapecista vive del desfiladero, del vacio y de la cuerda. Es una carrera contra el tiempo, como la misma vida. Él tiene sus artes y sus trucos, su mucha práctica, su emoción, su pértiga, sus aplausos y sus miradas. El equilibrio es esa suerte de conciliación de las tres miradas. Se esfuerza el hombre en que pesen las tres por igual y crear así un balanza perfecta que le permita atravesar todo el hilo que se le ha dado de por medio.

A diferencia del trapecista yo quisiera pender sobre todo de la última, quizá porque me gustan más las flores que las autopistas, no lo sé a ciencia cierta.

En cualquier caso muchas más veces me he encontrado en ese eterno hueco de mirada de pan, como si llorara la existencia de tan bella que se veía, al verse ella de mi, con mis ojos la tierra, el cielo y todo, ojos por cada hierba.

Pero sufro el deseo y la necesidad de conciliación y me siento trapecista ¡ tan seguro y tan entrenado, tan practicada la muerte sobre la red ! ¡ tantas veces muerta la muerte sobre la red de la ilusión !

Seguiré viendo pues con mis tres ojos, aunque a veces me maree, deseando ser raptado a cada instante por ese ojo que me mira desde otros ojos y otras voces, otras palabras y otros sonidos, otros rostros y otras manos.

Vida y muerte del azar

Las agendas y los organigramas humanos de todo tipo, con sus evoluciones y sus ciclos, todo lo que se puede esperar y lo conocido, todo lo que hemos aprendido de previsible e imaginable, todo ello vive y se sustenta en el azar, en el caos y en la imprevisibilidad.
Estar es tan fortuito como no estar o desaparecer y las condiciones para una situación o para otra son incontrolables e impredecibles en sí mismas.
Un profesor que tuve en el instituto ( de filosofía ), a raíz de la muerte accidental de un compañero de nuestro curso, expuso que en cierto modo era bueno que tuviéramos la muerte presente y que la ausencia de nuestro compañero podía hacernos entender en algún grado la cotidianidad de la muerte. Recuerdo que me rebelé entonces a todas aquellas palabras y que no quise admitir en ese momento el hecho de habituarse a la muerte y por así decir, hacer el dolor, la tristeza, la incomprensión, el absurdo... un poco menos dramático, algo más llevadero, algo más pragmático. No entendí entonces lo que trataba de hacernos ver aquella persona.
La muerte, como la vida, no ha sido siempre entendida, vista y desarrollada de la misma manera a lo largo de la historia y en diferentes lugares, esto es fácil de imaginar. Sin embargo, no resulta tan fácil tener una visión personal de estos dos hechos, al margen de toda una serie de condicionantes sociales y culturales. La actitud social acaba arrastrando nuestras formas de conducta y de sentir. Los niños, en general están más libres de las poses sociales de cara a este tipo de condicionantes metafísicos sencillamente porque todavía no las han aprendido del todo.
Ahora bien, ¿cómo aprendemos el dolor que produce la muerte? ¿cómo aprendemos a su vez su contrapartida que podría ser el placer? ¿Existe algo en nuestra naturaleza que determine ese aprendizaje? Sin duda nuestro cuerpo y nuestras sensaciones son la base del aprendizaje tanto del dolor como del placer. A partir de esas sensaciones se empieza a generar en cada uno de nosotros toda una psicología de las sensaciones, todo un entramado complejísimo de aprendizajes quizá con unos cuantos aprioris que configuran la posterior recepción de sensaciones nuevas y que transforman nuestra reacción y nuestro comportamiento cada vez.
Habrá muchos contextos diferentes, seguro, pero en general, en la cultura occidental del bienestar, la muerte y el placer son temas casi siempre tabúes ( o lo que es lo mismo, llenos de tópicos y recurrencias conocidas y aceptadas, siempre superficiales y que ocultan tras de sí la naturaleza de esa sociedad )
Los tabúes eran la forma de vida primordial de las civilizaciones más antiguas. Normas y leyes muy rígidas, prejuicios y preconcepciones que no permitían la manifestación de un pensamiento personal o divergente a las costumbres del resto de la sociedad.
Viendo nuestro estado de civilización, con la cantidad de avances en tantas cosas que permiten que millones de personas coman, tengan casa ( ¡ aunque eso no es tan fácil en la coyuntura de este país ! ) luz, agua corriente y todo lo que de ahí se pueda derivar. ¿ Se puede decir que caben también las infinitas posibilidades de vida que tantos millones de personas pueden generar ? Dicho más esencialmente; después de tantos avances, ¿ somos más libres para vivir conforme queramos vivir ?
La libertad no es algo que te da la sociedad (ésta en general trata de coartarla por su propia naturaleza) la libertad es algo que ha de desear cada ser humano, cada persona y que por tanto será algo que esa misma persona haga, construya en sí misma.
Entre ayer y hoy han muerto cerca, muy cerca de nosotros 41 personas que hacían sus vidas inmersas en sus calendarios y sus agendas, inmersas en los planes que eran sus vidas. El azar, el caos y la entropía de la vida, quizá los mismos límites de ésta para nuestra sociedad de tabúes, han hecho desaparecer todos esos calendarios, todas esas previsiones, toda esa vida hecha dentro de un sistema de vida que no contempla apenas la muerte dentro de su propia vida ( salvo la muerte como negocio y bienestar material de los vivos) y que en consecuencia trajina una vida de placeres muertos, impersonales, estandarizados que nos convierte en seres miedosos e infelices, impotentes y que no saben usar su imaginación.

01 julio 2006

Crítica. Grizzly Man. Werner Herzog.

Imágenes de diario íntimo, de crónica de un ser humano sobre su propia naturaleza de ser humano. Biografía trascendental que muestra también la naturaleza del propio narrador, sus elecciones y sus límites poniendo de manifiesto una condición humana, un humanismo que escinde a éste de la naturaleza. Y la naturaleza, aquella de la quizá surgimos en algún momento, definitivamente separada y apartada de nosotros, seres dependientes de la naturaleza pero no pertenecientes a ella.
Una vida humana situada en el extremo, en los márgenes mismo de la civivilización y la cultura, donde se confunden el misticismo, la locura, el amor, la trascendencia... Toda la civilización se puede mirar en un acto así.